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PEDRO MARTINEZ: Aurora y el rocío, una leyenda basada en la mitologia...

Aurora y el rocío, una leyenda basada en la mitologia Romana

Cuenta una leyenda de la mitología romana que hace mucho, mucho tiempo, existió una joven muy, pero que muy hermosa. Sus cabellos eran anaranjados y su tez blanca y ligeramente sonrosada. Se llamaba Aurora.

Aurora vivía entre los dioses, en el cielo, y era hermana del Sol y de la Luna. Cada mañana, bailaba y acompañaba a su hermano, el Sol, para anunciar su llegada.

Y Aurora, a la que se le daba muy bien bailar, movía con agilidad sus velos de tonos cálidos. De esta forma, el cielo se cubría de caprichosos matices rosados, anaranjados y rojizos.

Aurora siempre acompañaba a su hermano el Sol, pero apenas podía ver a su hermana, la Luna. En realidad solo la podía ver un instante, porque siempre que la luna llegaba, Aurora tenía que esconderse, junto a su hermano.

Aurora se convierte en madre
La joven Aurora creció, se hizo mayor, y tuvo muchos hijos. Cuatro de ellos fueron los cuatro vientos: Bóreas, el viento del Norte, Notos, el viento del Sur, Euros, el viento del Este y Céfiro, el viento del Oeste.

Aurora era feliz cuidando a sus cuatro hijos, pero el tiempo pasó y Aurora se enamoró de un humano, un príncipe de Troya. Se llamaba Titono. Con él tuvo dos hijos más, a los que quería con locura. Uno de ellos, llamado Memnón, fue un príncipe de Etiopía.

Aurora sentía predilección por su hijo Memnón, aunque fuera humano. Era muy valiente, pero a veces sentía miedo por él, porque era poco precavido.

– Hijo- le decía a veces Aurora- No te fíes de todo el mundo. Debes pensar con precaución y actuar con mucho cuidado. Puede que tengas enemigos.

Pero Memnón era muy impulsivo y, aunque lo intentaba, al final terminaba dejándose guiar por sus emociones.

El dolor de Aurora y el rocío
Un día, en una batalla, Memnón murió a manos de un conocido guerrero: Aquiles. Y todo, a pesar de los consejos de su madre, quien ya temía por él desde el principio.

Aurora jamás había sentido tanto dolor. Mandó a sus otros hijos, los cuatro vientos, en busca de su cuerpo. Y Aurora, al ver a su pequeño Memnón, comenzó a llorar, a llorar y a llorar sin poder detener su dolor.

Era una noche fría, y sus lágrimas cayeron al cruzar el cielo junto al sol por la mañana, quedando atrapadas en el césped, las hojas de los árboles y entre los pétalos de las flores.

Los hombres, al despertarse y ver aquello, decidieron llamar a estas gotas de agua, rocío.

Y los dioses, por su parte, apenados por el dolor de Aurora, decidieron conceder a Memnón, la inmortalidad.

Desde entonces, cada vez que Aurora llora, en noches de frío, al recordar lo que un día le sucedió a su hijo, la tierra se llena de rocío por la mañana. Pero al recordar que su hijo es al fin inmortal, recupera en seguida su alegría y vuelve a bailar junto al sol cada mañana.