Leyenda Africana "Una pelea de lagartos"
Cuentan que hace mucho, en un pequeño poblado de Mali, vivía un hombre en una propiedad en donde había conseguido crear una granja. Tenía varios animales: un perro, un gallo, un caballo, una cabra y un buey. Y junto a su vivienda había construido una pequeña cabaña para su abuela, una mujer muy anciana que apenas podía salir ya de la cama.
La familia tuvo que partir un día para acudir al funeral de un hombre muy importante de un pueblo cercano. Antes de salir, el amo dijo al perro:
– Perro, serás el guardián de la casa en mi ausencia. Tiéndete en la puerta y vigila bien que no suceda nada. No te muevas. Si notas algo extraño, manda a otros animales para que lo solucionen.
La familia se fue y el perro hizo lo que le dijo su amo. A la mañana siguiente, oyó un ruido que venía de la choza en donde descansaba la anciana. Al ver pasar al gallo, le preguntó:
– Dime, gallo, ¿qué es ese ruido?
– Ah, no son más que dos lagartos discutiendo por una mosca muerta.
– Ve y diles que dejes de discutir, que hacen mucho ruido y la abuela está enferma. Seguro que le molesta.
– ¿Yo? ¿Y por qué tengo que ir yo por dos estúpidos lagartos? Tengo que buscar mijo esta mañana, que me levanté con hambre…
Y diciendo esto, el gallo se alejó sin hacer caso al perro. Lo intentó entonces con otros animales, pero ninguno quería obedecer: el caballo dijo ser de pura sangre y que no era menester de alguien de tanta categoría mediar entre dos estúpidos lagartos… Por su parte, el buey pensó que era una soberana tontería preocuparse por algo así, y la cabra se estiró toda orgullosa y amenazó al perro con lanzarle una coz si volvía a insinuarle que fuera a mediar entre los lagartos.
– Hazlo tú si tanto te importa- le respondió.
El perro, resignado, apoyó el hocico en las patas delanteras y resopló. ¿Cómo iba él a abandonar su puesto de mando para poner paz entre dos simples lagartos?
Pero de pronto, los lagartos, que se habían enzarzado más y más en la disputa, empezaron a pelear y uno de ellos cayó sobre la lámpara de aceite que la abuela tenía junto a la cama. La colcha comenzó a arder, y a pesar de que los vecinos llegaron lo antes que pudieron al ver el fuego, la mujer ya estaba muy malherida.
Uno de los vecinos decidió ir en busca del dueño de la casa, para ver si podía traerle de vuelta antes de que la mujer muriera. Para ello montó en el caballo y no le dejó descansar en todo el camino. Montó en la grupa al hombre y juntos regresaron a toda velocidad. El caballo, al llegar a la granja, cayó muerto de cansancio.
La anciana ya había fallecido, y el curandero había matado al gallo para ofrecerlo en sacrificio.
Justo en el momento del entierro, sacrificaron a la cabra en memoria de la anciana y también tuvieron que matar al buey para dar de comer a todos los vecinos que habían acudido al entierro.
Y así fue cómo una pequeña disputa sin importancia terminó en tragedia.
Cuentan que hace mucho, en un pequeño poblado de Mali, vivía un hombre en una propiedad en donde había conseguido crear una granja. Tenía varios animales: un perro, un gallo, un caballo, una cabra y un buey. Y junto a su vivienda había construido una pequeña cabaña para su abuela, una mujer muy anciana que apenas podía salir ya de la cama.
La familia tuvo que partir un día para acudir al funeral de un hombre muy importante de un pueblo cercano. Antes de salir, el amo dijo al perro:
– Perro, serás el guardián de la casa en mi ausencia. Tiéndete en la puerta y vigila bien que no suceda nada. No te muevas. Si notas algo extraño, manda a otros animales para que lo solucionen.
La familia se fue y el perro hizo lo que le dijo su amo. A la mañana siguiente, oyó un ruido que venía de la choza en donde descansaba la anciana. Al ver pasar al gallo, le preguntó:
– Dime, gallo, ¿qué es ese ruido?
– Ah, no son más que dos lagartos discutiendo por una mosca muerta.
– Ve y diles que dejes de discutir, que hacen mucho ruido y la abuela está enferma. Seguro que le molesta.
– ¿Yo? ¿Y por qué tengo que ir yo por dos estúpidos lagartos? Tengo que buscar mijo esta mañana, que me levanté con hambre…
Y diciendo esto, el gallo se alejó sin hacer caso al perro. Lo intentó entonces con otros animales, pero ninguno quería obedecer: el caballo dijo ser de pura sangre y que no era menester de alguien de tanta categoría mediar entre dos estúpidos lagartos… Por su parte, el buey pensó que era una soberana tontería preocuparse por algo así, y la cabra se estiró toda orgullosa y amenazó al perro con lanzarle una coz si volvía a insinuarle que fuera a mediar entre los lagartos.
– Hazlo tú si tanto te importa- le respondió.
El perro, resignado, apoyó el hocico en las patas delanteras y resopló. ¿Cómo iba él a abandonar su puesto de mando para poner paz entre dos simples lagartos?
Pero de pronto, los lagartos, que se habían enzarzado más y más en la disputa, empezaron a pelear y uno de ellos cayó sobre la lámpara de aceite que la abuela tenía junto a la cama. La colcha comenzó a arder, y a pesar de que los vecinos llegaron lo antes que pudieron al ver el fuego, la mujer ya estaba muy malherida.
Uno de los vecinos decidió ir en busca del dueño de la casa, para ver si podía traerle de vuelta antes de que la mujer muriera. Para ello montó en el caballo y no le dejó descansar en todo el camino. Montó en la grupa al hombre y juntos regresaron a toda velocidad. El caballo, al llegar a la granja, cayó muerto de cansancio.
La anciana ya había fallecido, y el curandero había matado al gallo para ofrecerlo en sacrificio.
Justo en el momento del entierro, sacrificaron a la cabra en memoria de la anciana y también tuvieron que matar al buey para dar de comer a todos los vecinos que habían acudido al entierro.
Y así fue cómo una pequeña disputa sin importancia terminó en tragedia.