Los dos reyes y los dos laberintos
Cuentan que hace mucho tiempo, el rey de Babilonia y el rey de Arabia estaban enemistados. El rey de Babilonia, para demostrar al otro rey su poder, mandó construir un laberinto tan complejo que nadie pudiera escapar de él.
Y un día en el que el rey de Arabia llegó a Babilonia de visita, y este le dijo:
– Quiero mostraros las maravillas de nuestra última construcción. Debes acceder por esta puerta y caminar por los pasillos… realmente te quedarás perplejo ante tal obra de arte…
El rey árabe, llevado por la curiosidad, entró en el laberinto y se dejó llevar por los cientos de pasillos que lo formaban. Evidentemente, se perdió. Estuvo vagando horas y horas por sus recovecos, hasta que desesperado, pidió ayuda a su Dios y al final consiguió dar con la puerta de salida.
El rey árabe no hizo ningún comentario ante el rey de babilonia. Ni una queja. Se fue y poco después ordenó comenzar una cruenta batalla.
Las islas babilónicas quedaron arrasadas y el rey, apresado. Entonces, el rey árabe mandó atar a un camello al rey de Babilonia y lo condujo durante tres días por el desierto.
– Tú me mostraste el más bello laberinto que hiciste para mí… Nosotros tenemos un laberinto sin pasillos, sin recovecos, sin puertas de entrada y salida. Quiero que disfrutes de él tanto como disfruté yo del vuestro.
Y entonces soltó al rey de Babilonia y le dejó en mitad del desierto. Poco después murió de hambre y sed.
Cuentan que hace mucho tiempo, el rey de Babilonia y el rey de Arabia estaban enemistados. El rey de Babilonia, para demostrar al otro rey su poder, mandó construir un laberinto tan complejo que nadie pudiera escapar de él.
Y un día en el que el rey de Arabia llegó a Babilonia de visita, y este le dijo:
– Quiero mostraros las maravillas de nuestra última construcción. Debes acceder por esta puerta y caminar por los pasillos… realmente te quedarás perplejo ante tal obra de arte…
El rey árabe, llevado por la curiosidad, entró en el laberinto y se dejó llevar por los cientos de pasillos que lo formaban. Evidentemente, se perdió. Estuvo vagando horas y horas por sus recovecos, hasta que desesperado, pidió ayuda a su Dios y al final consiguió dar con la puerta de salida.
El rey árabe no hizo ningún comentario ante el rey de babilonia. Ni una queja. Se fue y poco después ordenó comenzar una cruenta batalla.
Las islas babilónicas quedaron arrasadas y el rey, apresado. Entonces, el rey árabe mandó atar a un camello al rey de Babilonia y lo condujo durante tres días por el desierto.
– Tú me mostraste el más bello laberinto que hiciste para mí… Nosotros tenemos un laberinto sin pasillos, sin recovecos, sin puertas de entrada y salida. Quiero que disfrutes de él tanto como disfruté yo del vuestro.
Y entonces soltó al rey de Babilonia y le dejó en mitad del desierto. Poco después murió de hambre y sed.