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PEDRO MARTINEZ: La leyenda Argentina de La Cruz del Sur...

La leyenda Argentina de La Cruz del Sur

Cuentan que hace mucho, pero que mucho tiempo, existió un cacique de los indios mocovíes muy famoso en sus tierras. Era un cazador excelente, el mejor, y todos le admiraban.

Decidió este indio mocoví enseñar el arte de la caza a su hijo pequeño, y un día, salieron juntos a cazar a las montañas. El niño observaba con mucha atención y su padre no dudaba en darle cientos de consejos mientras atrapaba uno y otro animal.

Utilizaba este indio para la caza unas boleadoras. Eran unas cuerdas en cuyos extremos se ataban unas bolas de cuero. El indio lanzaba con mucha precisión sus boleadoras a las patas del animal elegido. Le dejaba inmóvil y entonces ya podía atraparlo. El pequeño tenía que aprender a utilizarlas.

Pero entonces vio a lo lejos un enorme avestruz, el más grande que había visto jamás. Él lo llamaba amanic. Nunca había visto nada igual, y sintió la necesidad imperiosa de cazarlo. Pero el avestruz eludía todos sus ataques, y el cazador, dolido en su orgullo, dejó a su hijo en un lugar seguro del cerro y comenzó a perseguir al animal.

El avestruz, sin embargo, era muy veloz, y conseguía sortear con maestría las boleadoras de su perseguidor. Se detenía de vez en cuando, desafiante, como en actitud de espera, para seguir veloz su camino.

Y el cacique, desesperado, movido por un deseo del que no podía escapar, seguía su cacería, imparable. Hasta que ya de noche, el avestruz llegó hasta el límite, el lugar donde el cacique pensaba que acababa el mundo. Una línea en el horizonte y un precipicio. Más allá, la nada…

El indio corrió hacia el animal y, para su asombro, el avestruz saltó hacia el cielo estrellado. El indio mocoví decidió esperarlo, creyendo que en algún momento regresaría, y se quedó allí mismo hasta su muerte. Mientras que el avestruz, una vez que dio aquel salto, se transformó en una hermosa constelación en lo más alto del cielo: la Cruz del Sur.