El Escarabajo y La luciérnaga – Fábula
La luciérnaga vivía entre un follaje, en el centro de un bosque. Cultivaba virtudes encantadoras, tales como: Una honestidad ejemplar, pero vivía retraída y melancólica, pues no se consideraba dichosa. Sus ambiciones eran muy limitadas y durante sus jiras nocturnas, su único placer consistía en ver cómo entre las intermitencias de su linda luz de crisopacio, quedaban sobre la superficie de las hojas un suave temblor luminoso.
El escarabajo, afortunado y oscuro burgués, la perseguía de continuo con epigramas y denuestos.
La llamaba desdeñosamente la noctámbula, y cuando aludía a sus excursiones nocturnas, lo hacía maliciosamente, significando que la guiaban siempre en ellas propósitos poco honestos.
La luciérnaga no ignoraba todo esto: sabía que por tales calumnias la sociedad empezaba ya a mirarla con cierto menosprecio.
Y sufría horriblemente; tanto, tanto que deseaba la muerte y se consideraba la más infeliz de las luciérnagas.
Cierto día, fue a visitarla un mosquito filósofo. La encontró llorando. Al verlo, ella le dijo entro sollozos:
¡Oh, noble amigo! Si supiese usted cuan desgraciada soy.
– Lo sé bien, dijo el mosquito. Sé que el escarabajo la difama y es que él no está conforme con sólo ser venturoso, y tiene envidia de la luminosidad de usted.
– Si pudiese yo, dijo la luciérnaga, cambiar mi luz por su ventura…
– Pero eso es imposible, silbó el cínife. Cada uno de nosotros tiene un sino, cada uno lleva en la frente el invisible tatuaje de que habla Baudelaire, y hay que someterse a los dictámenes divinos.
En el mundo todo busca el equilibrio, todo está sujeto a la necesaria y suprema ley de las compensaciones.
El murmurador escarabajo es dichoso, pero en cambio es oscuro y mediocre. ¿Qué más quiere? Usted es infortunada, pero fulge como una piedra preciosa. Más aún: es una linda y radiosa estrella de la noche.
Y bien, ¿Qué más quiere? Quien hizo el mundo, lo hizo de la mejor manera; puede usted creerlo.
La disconformidad es pues, en esto, según entiendo lo más suave y razonable; es lo que más conviene a los dos porque escrito está, bella luciérnaga, que ser feliz y luminoso no lo permite Dios.
Moraleja: Jamás debe importarte las opiniones que otros tengan de ti, pues muchas veces no eres tú quien tiene el problema. Sino que es el reflejo de la disconformidad personal que posee otra persona, que no soporta ver tus bondades, capacidades y triunfos.
La luciérnaga vivía entre un follaje, en el centro de un bosque. Cultivaba virtudes encantadoras, tales como: Una honestidad ejemplar, pero vivía retraída y melancólica, pues no se consideraba dichosa. Sus ambiciones eran muy limitadas y durante sus jiras nocturnas, su único placer consistía en ver cómo entre las intermitencias de su linda luz de crisopacio, quedaban sobre la superficie de las hojas un suave temblor luminoso.
El escarabajo, afortunado y oscuro burgués, la perseguía de continuo con epigramas y denuestos.
La llamaba desdeñosamente la noctámbula, y cuando aludía a sus excursiones nocturnas, lo hacía maliciosamente, significando que la guiaban siempre en ellas propósitos poco honestos.
La luciérnaga no ignoraba todo esto: sabía que por tales calumnias la sociedad empezaba ya a mirarla con cierto menosprecio.
Y sufría horriblemente; tanto, tanto que deseaba la muerte y se consideraba la más infeliz de las luciérnagas.
Cierto día, fue a visitarla un mosquito filósofo. La encontró llorando. Al verlo, ella le dijo entro sollozos:
¡Oh, noble amigo! Si supiese usted cuan desgraciada soy.
– Lo sé bien, dijo el mosquito. Sé que el escarabajo la difama y es que él no está conforme con sólo ser venturoso, y tiene envidia de la luminosidad de usted.
– Si pudiese yo, dijo la luciérnaga, cambiar mi luz por su ventura…
– Pero eso es imposible, silbó el cínife. Cada uno de nosotros tiene un sino, cada uno lleva en la frente el invisible tatuaje de que habla Baudelaire, y hay que someterse a los dictámenes divinos.
En el mundo todo busca el equilibrio, todo está sujeto a la necesaria y suprema ley de las compensaciones.
El murmurador escarabajo es dichoso, pero en cambio es oscuro y mediocre. ¿Qué más quiere? Usted es infortunada, pero fulge como una piedra preciosa. Más aún: es una linda y radiosa estrella de la noche.
Y bien, ¿Qué más quiere? Quien hizo el mundo, lo hizo de la mejor manera; puede usted creerlo.
La disconformidad es pues, en esto, según entiendo lo más suave y razonable; es lo que más conviene a los dos porque escrito está, bella luciérnaga, que ser feliz y luminoso no lo permite Dios.
Moraleja: Jamás debe importarte las opiniones que otros tengan de ti, pues muchas veces no eres tú quien tiene el problema. Sino que es el reflejo de la disconformidad personal que posee otra persona, que no soporta ver tus bondades, capacidades y triunfos.