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PEDRO MARTINEZ: La leyenda El cortador de bambú y la princesa de la...

La leyenda El cortador de bambú y la princesa de la luna

Hace muchos, muchos años, existió en Japón un cortador de bambú muy trabajador, que vivía junto a su mujer en una humilde casa del monte.

El hombre se levantaba temprano cada mañana y terminaba su tarea al anochecer. Con todo el bambú que cortaba y que su mujer vendía en el mercado, sobrevivían y eran felices. Sin embargo, no podían hacer realidad su mayor deseo: tener un hijo.

Una noche, justo cuando el cortador de bambú estaba a punto de volver a su casa, vio en uno de los troncos de esta planta una luz intensa. La luna llena proyectaba un rayo directamente en el bambú y al acercarse, vio en él a una pequeña niña de apenas siete centímetros. Ilusionado ante la idea de poder tener al fin un hijo, recogió con sus manos a aquella pequeña y regresó entusiasmado a su hogar.

La pareja cuidó a la niña como si fuera su propia hija, y le pusieron de nombre ‘princesa de la luna’.

Sucedió que el bambú del que nació aquella niña, comenzó a producir oro y piedras preciosas. Y el cortador de bambú y su mujer, se hicieron ricos, aunque nunca mostraron ostentación ante los demás. Siguieron viviendo en su mismo humilde hogar.

Los años pasaron. La pequeña que nació del rayo de luna se transformó en una hermosa mujer, y el cortador de bambú envejeció.

Temeroso de llegar al final de sus días, el hombre insistió a su hija para que buscara marido. No quería que se quedara sola. Así que la voz corrió por todo el reino, y hasta su casa comenzaron a llegar pretendientes y más pretendientes de todas las condiciones. Aunque la hermosa joven los rechazaba a todos.

La noticia de la existencia de la mujer más bella del reino llegó a oídos del mismísimo emperador, que decidió visitar al cortador de bambú para conocerla. Y pasó que el emperador se enamoró de ella al instante. Pero por más que insistía en llevarla al palacio, por más tesoros que le ofrecía, por más bellas palabras que le regalaba… la joven no salía de su empeño de quedarse allí, junto a sus padres.

– Si me lleváis a la fuerza al palacio- le dijo un día al emperador-, me transformaré en una sombra y desapareceré para siempre.

El emperador se retiró entonces de allí, por miedo a hacer daño a la joven, pero no dejó de llorar en silencio su desdicha, porque no podía dejar de amarla.

La joven no dejaba de mirar cada noche la luna con melancolía. Y un día, decidió que había llegado el momento de partir a su verdadero hogar. Así que le dijo a sus padres adoptivos:

– Es la hora de partir al lugar de donde vengo… la luna. Esta noche vendrán a buscarme. No quiero que estéis tristes. Desde allí velaré por vosotros y seré feliz entre los míos. Antes, quisiera agradeceros todo el amor que habéis depositado en mí.

Y así fue. Esa misma noche, una enorme nube cubrió la luna llena, una nube que comenzó a acercarse a la casa del cortador de bambú en forma de un carruaje dirigido por unos extraños seres luminosos.

La princesa de la luna le dio algo a su padre antes de partir: una carta y un elixir de vida para el emperador.

La joven partió hacia la luna y el cortador de bambú hizo llegar al día siguiente los obsequios que su hija le dio al emperador. Pero él, temeroso y lleno de dolor, ordenó que los llevaran a lo más alto del monte Fuji y les prendieran fuego.

Por eso, cada vez que alguien ve humo en lo alto de este monte, piensa que son la carta y el elixir que la princesa de la luna dejó al emperador, que aún siguen ardiendo y lo seguirán haciendo toda la vida.