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PEDRO MARTINEZ: Leyendas... La Japonesa de Tanabata...

Leyendas... La Japonesa de Tanabata

Hace muchos años atrás, una princesa llamada Orihime (Orihime es la segunda estrella más brillante que podemos divisar desde la tierra) hija de Tentei, mejor conocido como el rey celestial; poseía un don nunca antes visto, el cual era era tejer hermosas y variadas telas a la orilla de un rio llamado Amanogawa (Conocido como nuestra vía láctea).

Su padre siempre estuvo feliz e impresionado por el increíble don de su hija; ella al ver a su padre tan rebosante de alegría decidió complacerlo cada día de su vida confeccionando hermosas telas solo para él.

Esta tarea le robaba todo su tiempo, impidiéndole llegar a conocer a un chico del cual enamorarse, haciendo que Orihime estuviese realmente triste.

Su padre no tardó en notar la tristeza de su niña, por lo que planeó un encuentro con un chico llamado Hikoboshi, un pastor que se encontraba situado a orillas del otro lado del río Amanogawa.

Orihime y Hikoboshi se vieron por primera vez y el amor no tardó en florecer entre ambos, se enamoraron ciegamente y luego se casaron, eran realmente felices juntos y disfrutaban tanto de su compañía que empezaron a descuidar ciertas cosas que eran importantes para ellos.

Orihime dejó de crear hermosas telas para su padre y Hikoboshi descuidó a todas sus ovejas.

El rey no estaba contento con el descuido de los jóvenes, por lo que decide volver a separarlos, colocándoles nuevamente a cada lado del río sin que pudieran verse nuevamente.

Orihime lloraba mucho y a su padre esto le ablandaba el corazón, por lo que hace un trato con su hija, él permitiría que ella viese a Hikoboshi una vez al año, el séptimo día del séptimo mes, pero solo si ella había concluido con su trabajo.

La princesa trabajó muy duro para poder ver a su amado, pero cuando llegó el día tan esperado, notó que no había un puente que atravesara en río, por lo tanto no podría llegar a verlo.

Ella comenzó a llorar y atrajo una manada de hurracas, las que le prometieron construir un puente el séptimo día del séptimo mes de cada año, siempre y cuando no lloviese y es así como estos enamorados aun consiguen encontrarse cada año.