La Verdad y la Mentira
Una mañana la Verdad vestida con sus mejores galas salió a esperar al Sol en la más alta de las montañas.
Cuando los rayos de éste salieron tras la Abantera y dieron en la alta cumbre, ambos comenzaron un lento caminar hacía las dilatadas dehesas del padre Tiétar.
Tomaron el camino del agua, siguiendo la corriente de una cristalina fuente, que poco a poco se iba ensanchando
y ensanchando hasta convertirse en una profunda e incontenible garganta de aguas verdes y espumas blancas como la nata de la leche de esmeraldas.
Caminaron y caminaron hasta que el Sol se colgó de lo más alto del cielo, entonces todo se paró dejándose
caer en los brazos del sueño. Momento de intimidad que aprovechó la Verdad para desnudarse y dejar su cuerpo bailar con el agua de nieve.
Nadó y nado sin parar. De vez en vez se sumergía buceando con las truchas de oro y los cachuelos de plata,
envuelta en el seno del silencio materno, ingrávida como la nueva vida que está aún por nacer, sintiendo
en cada poro de su piel los latidos rotundos de su gran corazón.
Cuando la piel se le arrugó, decidió salir del agua en busca del sol y de la hierba. Entonces dejó su cuerpo
desnudo caer sobre el mullido tapiz de mil y un verdes pintado, mientras aves de iridiscentes colores bordaban hermosas canciones de amor, en los telares del viento.
Las libélulas también llegaron posándose sobre su piel, librándola de la sal y el sudor. De este modo la Verdad no tardó en quedarse profundamente dormida.
Pero quiso el destino que por aquellos pagos pasara la Mentira con sus sucias y descuidadas ropas,
ésta, al ver las ropas limpias de la Verdad, no lo dudó, se quito los andrajos que llevaba y se puso los de la Verdad,
alejándose de aquel lugar todo lo rápido que pudo para no ser descubierta, a pesar de estar en presencia
de las aguas verdes, las libélulas y las aves iriscentes.
Cuando la Verdad se despertó el sol estaba a punto de besar el alto Cervunal, a toda prisa busco en vano su ropa.
Allí tan solo había andrajos rotos y malolientes.
Pero hacía frío y era muy tarde, así que se vistió con la ropa de la Mentira con la que regresó a su casa.
Por eso es que a veces nos es difícil saber que es Verdad y que es Mentira.
Ya que a veces la Mentira se viste con la ropa de la Verdad, teniéndose que vestir la Verdad con la ropa de la Mentira.
Una mañana la Verdad vestida con sus mejores galas salió a esperar al Sol en la más alta de las montañas.
Cuando los rayos de éste salieron tras la Abantera y dieron en la alta cumbre, ambos comenzaron un lento caminar hacía las dilatadas dehesas del padre Tiétar.
Tomaron el camino del agua, siguiendo la corriente de una cristalina fuente, que poco a poco se iba ensanchando
y ensanchando hasta convertirse en una profunda e incontenible garganta de aguas verdes y espumas blancas como la nata de la leche de esmeraldas.
Caminaron y caminaron hasta que el Sol se colgó de lo más alto del cielo, entonces todo se paró dejándose
caer en los brazos del sueño. Momento de intimidad que aprovechó la Verdad para desnudarse y dejar su cuerpo bailar con el agua de nieve.
Nadó y nado sin parar. De vez en vez se sumergía buceando con las truchas de oro y los cachuelos de plata,
envuelta en el seno del silencio materno, ingrávida como la nueva vida que está aún por nacer, sintiendo
en cada poro de su piel los latidos rotundos de su gran corazón.
Cuando la piel se le arrugó, decidió salir del agua en busca del sol y de la hierba. Entonces dejó su cuerpo
desnudo caer sobre el mullido tapiz de mil y un verdes pintado, mientras aves de iridiscentes colores bordaban hermosas canciones de amor, en los telares del viento.
Las libélulas también llegaron posándose sobre su piel, librándola de la sal y el sudor. De este modo la Verdad no tardó en quedarse profundamente dormida.
Pero quiso el destino que por aquellos pagos pasara la Mentira con sus sucias y descuidadas ropas,
ésta, al ver las ropas limpias de la Verdad, no lo dudó, se quito los andrajos que llevaba y se puso los de la Verdad,
alejándose de aquel lugar todo lo rápido que pudo para no ser descubierta, a pesar de estar en presencia
de las aguas verdes, las libélulas y las aves iriscentes.
Cuando la Verdad se despertó el sol estaba a punto de besar el alto Cervunal, a toda prisa busco en vano su ropa.
Allí tan solo había andrajos rotos y malolientes.
Pero hacía frío y era muy tarde, así que se vistió con la ropa de la Mentira con la que regresó a su casa.
Por eso es que a veces nos es difícil saber que es Verdad y que es Mentira.
Ya que a veces la Mentira se viste con la ropa de la Verdad, teniéndose que vestir la Verdad con la ropa de la Mentira.