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PEDRO MARTINEZ: LEYENDAS GRANAINAS. Lópe Sánchez y Sanchica. Capítulo...

LEYENDAS GRANAINAS. Lópe Sánchez y Sanchica. Capítulo 4.

Pasó la comitiva sin hacer el más leve ruido, con banderas desplegadas y en aptitud de triunfo. Sanchica quiso seguirla, pero, con gran sorpresa suya, vio una abertura en la tierra dentro de la barbacana, que conducía hasta los comientos de la torre. Internose un poco dentro de ella y atreviose a descender por la abertura, por unos escalones informalmente cortados a la roca viva, y penetró luego en un pasadizo abovedado, iluminado de trecho en trecho con lámparas de plata, las cuales al mismo tiempo que iluminaban, despedían un perfume embriagador. Aventurose Sanchica más y más, hasta que se encontró en un gran salón abierto en el corazón de la montaña, magníficamente amueblado al estilo morisco iluminado con lámparas de plata y cristal, allí acostado en un diván, aparecía como amodorrado un anciano de larga barba blanca y vestido a la usanza morisca, con un báculo en la mano, que parecía que se le escapaba de los dedos a cada instante, y sentada a corta distancia de él una bellísima doncella, vestida a la antigua española, ciñiendo su frente una diadema cuajada de brillantes y con su dorada cabellera salpicada de perlas, la cual pulsaba suavemente una lira de plata. La hija de Lópe recordó entonces cierta historia que ella había oído contar a los viejos habitantes de la Alhambra acerca de una princesa goda que se hallaba cautiva en el centro de la montaña por las artes y hechizos de un viejo astrólogo árabe, al cual tenía ella también aletargado en un sueño perpetuo gracias al mágico poder de su peregrina lira. La dama cautiva mostró gran sorpresa al ver a una persona de carne mortal en la fatídica morada.
¿Es la víspera de San Juan?
--preguntó la princesa cautiva--
Si señora,
--respondió Sanchica--
Entonces, está en suspenso por esta noche el mágico encantamiento.
Acércate, hija mía, y nada temas, soy cristiana como tu, aunque me ves aquí hechizada por arte de magia. Toca mi cadena con ese talismán que cuelga de tu cuello y me veré libre por esta noche. Eso diciendo, entreabrió sus vestidos dejando ver una ancha faja de oro que sujetaba su talle y una cadena del mismo metal que la tenía aprisionada al suelo. Sanchica aplicó sin vacilar la pequeña mano de azabache a la faja de oro, e inmediatamente cayó la cadena a tierra. Al ruido despertose el astrologo y comenzó a restregarse los ojos, pero la princesa cautiva pasó suavemente los dedos por las cuerdas de la lira de plata que colgaba de su cuello, y bol de nuevo el anciano a su letargo y a dar cabezadas y a vacilar su báculo en la mano.
--Ahora,
--le dijo la princesa a Sanchica--
Toca su báculo con la mágica pequeña mano de azabache.
Obedeció Sanchica y deslizósele la vara mágica de la diestra, quedandose el astrólogo profundamente dormido en su otomana.
La princesa acercó su lira de plata al diván apoyándolo en la cabeza del aletargado astrólogo, después hirió de nuevo las cuerdas hasta que vibraron en sus oídos.
¡Oh, poderoso espíritu de la armonía!
--dijo la princesa cautiva--
Ten encadenados tus sentidos hasta que llegue el nuevo día.
--Ahora sígueme, hija mía--
Y ver la Alhambra como estuvo en los días de su mayor esplendor, pues posees un talismán que descubre todas las maravillas. Sanchica siguió a la cautiva cristiana sin desplegar sus labios. Pasaron el umbral o barbacana de la Puerta de la Justicia y llegaron a la Plaza de los Aljibes, la cual estaba poblada de soldados de caballería e infantería morisca formados en escuadrones y con banderas desplegadas. Veíanse luego guardias reales en la puerta del Alcázar y largas filas de soldados africanos con sus cimitarras desnudas, sin pronunciar palabra Sanchica pasó sin recelo alguno detrás de su guía. Su asombro creció de punto cuando entró en el Palacio Real, pues a pesar de haberse ella criado en aquellos sitios, como la luna iluminaba intensamente los regios salones, los patios y los jardines, se veía todo tan claro como el dia, ofreciendo aquellos aposentos un aspecto enteramente diferente del que presentaban ordinariamente a sus habitantes y espectadores. Las paredes de las habitaciones no parecían manchadas ni agrietadas por las inclemencias del tiempo, en vez de verse llenas de telarañas...
Fin del capítulo 4.
Respuestas ya existentes para el anterior mensaje:
LEYENDAS GRANAINAS. Lope Sánchez y Sanchica. Capítulo 5.

Solo los murciélagos revolotean a la incierta luz del crepúsculo. Se apresuro Sanchica por las escaleras que conducían a las habitaciones de la Alhambra que ocupaba su familia, la puerta, como de costumbre, se hallaba abierta, pues el pobre Lope era tan escaso de fortuna que no necesitaba de cerrojos ni de barras, Sanchica buscó a tientas su colchón, y poniendo la guirnalda de mirto debajo de su almohada, se durmió profundamente.
Por la ... (ver texto completo)