La leyenda del Basajaun y el trigo
Existe en la mitología vasca un ser de gran tamaño, peludo y de gran fuerza, con un pie humanoide y otro en forma de pezuña, y que a menudo es llamado el yeti vasco: el Basajaun. Este ser, de gran fuerza e ingenio, es considerado el protector de la naturaleza y el ganado, y protagoniza numerosas leyendas (a veces considerando una única criatura y en otros haciendo referencia a dos o más miembros de una misma especie de genio). Una de ellas, en la cual se habla del origen de la agricultura, es la siguiente.
En un tiempo anterior a que la humanidad conociera la agricultura o la ganadería y en la que empezaban a establecerse las primeras poblaciones por la región, uno de los primeros asentamientos humanos vascos se formó en el monte Gorbea. En lo alto de dicha montaña vivián también los Basajaun, los cuales dominaban agricultura y ganadería y vivían cómodamente. A pesar de que los humanos pasaban gran hambruna, los Basajaun se negaban a compartir sus conocimientos con los humanos.
Pero un día el joven Otxando decidió hacer algo para cambiarlo. Otxando se acercó al territorio de los Basajaun, los cuales estaban cosechando trigo en sus campos y juntándolos en gavillas. Allí, los desafió a saltar por encima de las gavillas, manifestando poder saltar más que los enormes seres. Estos, sorprendidos, aceptaron el reto. Mientras que los grandes y poderosos Basajaun saltaban sin dificultad, Otxando no dejaba de caer sobre ellas, perdiendo y recibiendo burlas por parte de dichos seres.
El joven volvió a la aldea. Sin embargo, al quitarse los zapatos y sacudirlos, diversas semillas que se habían quedado enganchadas cayeron al suelo. Estas semillas serían plantadas, y gracias a ellas nacerían los primeros campos de trigo sembrados por seres humanos, siendo origen de alimentos como el pan.
Otra versión nos cuenta cómo fue Martiniko quien realizó el mismo desafío a Basajaun en una cueva con el fin de obtener el grano, con idéntico resultado. Posteriormente, este acudiría a la misma cueva con el fin de entender cómo sembrarlo, algo que descubriría al escuchar a estas criaturas cantar una canción en la cual inadvertidamente lo explicaban.
Existe en la mitología vasca un ser de gran tamaño, peludo y de gran fuerza, con un pie humanoide y otro en forma de pezuña, y que a menudo es llamado el yeti vasco: el Basajaun. Este ser, de gran fuerza e ingenio, es considerado el protector de la naturaleza y el ganado, y protagoniza numerosas leyendas (a veces considerando una única criatura y en otros haciendo referencia a dos o más miembros de una misma especie de genio). Una de ellas, en la cual se habla del origen de la agricultura, es la siguiente.
En un tiempo anterior a que la humanidad conociera la agricultura o la ganadería y en la que empezaban a establecerse las primeras poblaciones por la región, uno de los primeros asentamientos humanos vascos se formó en el monte Gorbea. En lo alto de dicha montaña vivián también los Basajaun, los cuales dominaban agricultura y ganadería y vivían cómodamente. A pesar de que los humanos pasaban gran hambruna, los Basajaun se negaban a compartir sus conocimientos con los humanos.
Pero un día el joven Otxando decidió hacer algo para cambiarlo. Otxando se acercó al territorio de los Basajaun, los cuales estaban cosechando trigo en sus campos y juntándolos en gavillas. Allí, los desafió a saltar por encima de las gavillas, manifestando poder saltar más que los enormes seres. Estos, sorprendidos, aceptaron el reto. Mientras que los grandes y poderosos Basajaun saltaban sin dificultad, Otxando no dejaba de caer sobre ellas, perdiendo y recibiendo burlas por parte de dichos seres.
El joven volvió a la aldea. Sin embargo, al quitarse los zapatos y sacudirlos, diversas semillas que se habían quedado enganchadas cayeron al suelo. Estas semillas serían plantadas, y gracias a ellas nacerían los primeros campos de trigo sembrados por seres humanos, siendo origen de alimentos como el pan.
Otra versión nos cuenta cómo fue Martiniko quien realizó el mismo desafío a Basajaun en una cueva con el fin de obtener el grano, con idéntico resultado. Posteriormente, este acudiría a la misma cueva con el fin de entender cómo sembrarlo, algo que descubriría al escuchar a estas criaturas cantar una canción en la cual inadvertidamente lo explicaban.