PEDRO MARTINEZ: La Vida...

La Vida

Cuando una viejita murió en un asilo cerca de Dundee, en Escocia, todos estaban convencidos de que no había dejado nada de valor.
Después, cuando las enfermeras revisaron sus míseras pertenencias, encontraron una carta.
Su calidad y su contenido impresionaron a todo el personal.
Este poema, sencillo pero elocuente, decía así:
¿Qué ven hermanas?
¿Qué ven?
¿Qué piensan cuando me miran?
Una vieja malhumorada, no demasiado inteligente, de costumbres inciertas, con sus ojos soñadores fijos en la lejanía.
La vieja que escupe la comida y no contesta cuando tratan de convencerla "... venga mujer, haga un pequeño esfuerzo..."
La viejecita, que ustedes creen que no se da cuenta de las cosas que ustedes hacen y que continuamente pierde el guante o el zapato.
La viejecita, que contra su voluntad, pero mansamente les permite que hagan lo que quieran con ella; que la bañen, la alimenten, le regañen...
¿Es esto lo que piensan?
¿Es esto lo que ven?
Si es así, abran los ojos hermanas, porque esto que ustedes ven no soy yo!
Aunque me vean aquí sentada tan tranquila, haciendo todo tal y como me ordenan, les voy a contar quien soy yo:
Soy una niñita de 10 años que tiene padre y madre, hermanos y hermanas, que se aman.
Soy una jovencita de 16 años, con alas en los pies, que sueña que pronto encontrará a su amado.
Soy una novia de 20, mi corazón da brincos, cuando hago la promesa que me ata hasta el fin de mi vida.
Ahora tengo 25, tengo mis hijos, quienes necesitan que los guíe, tengo un hogar seguro y feliz.
Soy una mujer a los 30, los hijos crecen rápido, estamos unidos con lazos que debería durar para siempre.
Cuando cumplo 40, mis hijos ya crecieron y no están en casa, pero a mi lado está mi esposo que se ocupa de que no esté triste.
A los 50, otra vez, sobre mis rodillas juegan los bebés; de nuevo conozco a los niños, a mis seres amados y a mí.
Sobre mí se ciernen nubes oscuras, mi esposo ha muerto, cuando veo el futuro me erizo toda de terror!
Mis hijos se alejan, tienen sus propios hijos; pienso en todos los años que pasaron y en el amor que conocí.
Ahora soy vieja... Qué cruel es la naturaleza!
La vejez es una burla que convierte al ser humano en un alienado.
El cuerpo se marchita, el atractivo y la fuerza desaparecen. Allí, donde una vez tuve el corazón, ahora hay una piedra.
Sin embargo, dentro de estas viejas ruinas, todavía vive la jovencita.
Mi fatigado corazón, de vez en cuando, todavía sabe rebosar de sentimientos.
Recuerdo los días felices y los tristes... En mi pensamiento vuelvo a amar y vuelvo a vivir mi pasado...
Pienso en todos esos años que se fueron demasiado rápido y acepto el hecho inevitable de que nada puede durar para siempre.
Por eso, gente, abran los ojos, abran sus ojos y vean!
Antes ustedes no está una vieja malhumorada, antes ustedes estoy YO!
Recuerden este poema la próxima vez que se encuentren con una persona mayor y a quien tal vez esquiven, sin mirar primero su alma joven... Y nunca se olviden de las viejas malhumoradas.