EL PERFUME
Con la llegada de los romanos, el perfume se paganiza. Tan grande fue la obsesión que la población romana tenía con este producto, que comienzan a incorporarlo en todas sus rutinas diarias, como el baño y la cultura del aseo. En este momento, Roma pasa a ser la verdadera cuna del perfume. Como la destilación seguía sin existir, los romanos elaboraron el Pomander, una joya con distintos compartimentos en los cuales se metían resinas y plantas aromáticas. Las personas lo llevaban a modo de collar o cinturón para portar el olor fragante junto a su cuerpo, la única forma posible de conseguir un buen olor.
Sin embargo, en la Edad Media, el perfume sufre el periodo de mayor retroceso de su historia. Los alquimistas empiezan a utilizar las técnicas de destilería con los nuevos químicos de la época, y comienzan a hacer perfumes con materias primas suntuosas, exóticas, que eran totalmente objeto de placer, o así eran consideradas. La Iglesia, con su imparable poder en tiempos de Inquisición, prohíbe totalmente el uso del perfume y empieza a condenar a los alquimistas por brujos, castigados por hacer una pócima que nublaba los sentidos e incitaba a los placeres carnales, de manera que el perfume queda relegado únicamente a los burdeles y a los encuentros íntimos de las damas de la nobleza.
La historia continúa. La muerte de la Inquisición y la llegada del Renacimiento supuso el renacer -como su propio nombre indica- del perfume. La ciudad de Versalles, en Francia, se embriaga con los aromas, resplandece e impone sus modas y sus costumbres. El perfume pasa a formar parte de un todo, pues la mugre reinaba en aquella época y era utilizado para enmascarar los malos olores. Además, comienza a incorporarse para la elaboración de prendas y objetos. Los guantes de piel jugaron un papel importante en este punto, ya que se perfumaban para intentar enmascarar el olor de la piel curtida de cabrito. La ciudad francesa de Grasse, gracias a su materia prima, era el lugar donde se trabajaba la piel de los guantes y, así, pasó a convertirse -hasta la fecha- en el centro perfumista por excelencia.
En esta época, el Rey Sol protagoniza una de las leyendas más famosas. El monarca se obsesionó tanto con la fragancia que se perfumaba en exceso. La intensidad de los olores era de tal magnitud que, al final de su vida, solo soportaba el olor de la flor de naranjo.
Agua de colonia
El 13 de julio de 1709, Johann Maria Farina (1685-1766), natural del norte de Italia, pero afincado en Colonia, fundó en la ciudad alemana una fábrica de perfumes y descubrió una nueva esencia a la que denominó Eau de Cologne -Agua de Colonia, de su traducción del francés-. Este nuevo descubrimiento tardó muy poco en ganar adeptos entre las celebridades del siglo XVIII y en hacerse con la categoría de artículo de lujo. Una mezcla peculiar que proporcionaba un olor fresco y ligero, que no tenía nada que ver con las esencias cargadas que se conocían hasta la fecha.
Gran revolución
El siglo XIX supone un antes y un después en este sector, así como en el nacimiento de la perfumería moderna. Se descubre la posibilidad de obtener productos aromáticos mediante síntesis de laboratorio. La reproducción en la probeta de los olores que ofrece la naturaleza y otros nuevos. Así, nace el acetato de bencilo, muy utilizado en la perfumería actual. Se trata de un compuesto de varias esencias florales: jazmín, ylang-ylang y gardenia, que anteriormente era totalmente desconocido. De la mano de esta nueva receta, el comercio de lujo se instala y la perfumería se define poco a poco como un verdadero arte.
El auge de la clase burguesa y la notable elevación del nivel de vida, dieron lugar a las primeras firmas importantes de la perfumería industrial francesa como Piver o Houbigant, que abrieron en 1774.
En 1828 se crea la primera colonia con firma bajo el nombre Eau de Cologne de l'Impératrice, de Pierre-François Pascal Guerlain. Un producto que revolucionó a la sociedad francesa del siglo XIX, considerada la más desarrollada en cuanto al sentido del olfato.
La 'Belle Epoque' y Coco Chanel
En la Belle Epoque, el perfume se convierte en un producto de lujo, con un nombre y envase especial. Un modelo de mujer nueva, emancipada y moderna, al estilo de los años locos, encuentra en los perfumes con aldehído -síntesis química- una frescura inédita. En este periodo de extravagancias, charlestón y estrellas de cine, las mujeres comienzan el largo camino hacia su independencia y rompen sus corsés. Comienza el periodo del estilo y el de un nuevo olor.
El emblemático Chanel número 5 inicia aquí su andadura. Fue la primera fragancia con una nota de síntesis como protagonista principal del perfume. Su creador, Ernest Beaux, recibe en 1921 el encargo de Coco Chanel de crear una fragancia que defina el nuevo estilo de mujer, que reflejara el look de sus creaciones y que oliera como una mujer y no como una flor. El nombre del perfume también tiene su porqué, pues, hasta la quinta prueba, el creador y la diseñadora no quedaron satisfechos con el resultado.
Con la llegada de los romanos, el perfume se paganiza. Tan grande fue la obsesión que la población romana tenía con este producto, que comienzan a incorporarlo en todas sus rutinas diarias, como el baño y la cultura del aseo. En este momento, Roma pasa a ser la verdadera cuna del perfume. Como la destilación seguía sin existir, los romanos elaboraron el Pomander, una joya con distintos compartimentos en los cuales se metían resinas y plantas aromáticas. Las personas lo llevaban a modo de collar o cinturón para portar el olor fragante junto a su cuerpo, la única forma posible de conseguir un buen olor.
Sin embargo, en la Edad Media, el perfume sufre el periodo de mayor retroceso de su historia. Los alquimistas empiezan a utilizar las técnicas de destilería con los nuevos químicos de la época, y comienzan a hacer perfumes con materias primas suntuosas, exóticas, que eran totalmente objeto de placer, o así eran consideradas. La Iglesia, con su imparable poder en tiempos de Inquisición, prohíbe totalmente el uso del perfume y empieza a condenar a los alquimistas por brujos, castigados por hacer una pócima que nublaba los sentidos e incitaba a los placeres carnales, de manera que el perfume queda relegado únicamente a los burdeles y a los encuentros íntimos de las damas de la nobleza.
La historia continúa. La muerte de la Inquisición y la llegada del Renacimiento supuso el renacer -como su propio nombre indica- del perfume. La ciudad de Versalles, en Francia, se embriaga con los aromas, resplandece e impone sus modas y sus costumbres. El perfume pasa a formar parte de un todo, pues la mugre reinaba en aquella época y era utilizado para enmascarar los malos olores. Además, comienza a incorporarse para la elaboración de prendas y objetos. Los guantes de piel jugaron un papel importante en este punto, ya que se perfumaban para intentar enmascarar el olor de la piel curtida de cabrito. La ciudad francesa de Grasse, gracias a su materia prima, era el lugar donde se trabajaba la piel de los guantes y, así, pasó a convertirse -hasta la fecha- en el centro perfumista por excelencia.
En esta época, el Rey Sol protagoniza una de las leyendas más famosas. El monarca se obsesionó tanto con la fragancia que se perfumaba en exceso. La intensidad de los olores era de tal magnitud que, al final de su vida, solo soportaba el olor de la flor de naranjo.
Agua de colonia
El 13 de julio de 1709, Johann Maria Farina (1685-1766), natural del norte de Italia, pero afincado en Colonia, fundó en la ciudad alemana una fábrica de perfumes y descubrió una nueva esencia a la que denominó Eau de Cologne -Agua de Colonia, de su traducción del francés-. Este nuevo descubrimiento tardó muy poco en ganar adeptos entre las celebridades del siglo XVIII y en hacerse con la categoría de artículo de lujo. Una mezcla peculiar que proporcionaba un olor fresco y ligero, que no tenía nada que ver con las esencias cargadas que se conocían hasta la fecha.
Gran revolución
El siglo XIX supone un antes y un después en este sector, así como en el nacimiento de la perfumería moderna. Se descubre la posibilidad de obtener productos aromáticos mediante síntesis de laboratorio. La reproducción en la probeta de los olores que ofrece la naturaleza y otros nuevos. Así, nace el acetato de bencilo, muy utilizado en la perfumería actual. Se trata de un compuesto de varias esencias florales: jazmín, ylang-ylang y gardenia, que anteriormente era totalmente desconocido. De la mano de esta nueva receta, el comercio de lujo se instala y la perfumería se define poco a poco como un verdadero arte.
El auge de la clase burguesa y la notable elevación del nivel de vida, dieron lugar a las primeras firmas importantes de la perfumería industrial francesa como Piver o Houbigant, que abrieron en 1774.
En 1828 se crea la primera colonia con firma bajo el nombre Eau de Cologne de l'Impératrice, de Pierre-François Pascal Guerlain. Un producto que revolucionó a la sociedad francesa del siglo XIX, considerada la más desarrollada en cuanto al sentido del olfato.
La 'Belle Epoque' y Coco Chanel
En la Belle Epoque, el perfume se convierte en un producto de lujo, con un nombre y envase especial. Un modelo de mujer nueva, emancipada y moderna, al estilo de los años locos, encuentra en los perfumes con aldehído -síntesis química- una frescura inédita. En este periodo de extravagancias, charlestón y estrellas de cine, las mujeres comienzan el largo camino hacia su independencia y rompen sus corsés. Comienza el periodo del estilo y el de un nuevo olor.
El emblemático Chanel número 5 inicia aquí su andadura. Fue la primera fragancia con una nota de síntesis como protagonista principal del perfume. Su creador, Ernest Beaux, recibe en 1921 el encargo de Coco Chanel de crear una fragancia que defina el nuevo estilo de mujer, que reflejara el look de sus creaciones y que oliera como una mujer y no como una flor. El nombre del perfume también tiene su porqué, pues, hasta la quinta prueba, el creador y la diseñadora no quedaron satisfechos con el resultado.