Filipinas y lágrimas de Boabdil
Filipinas y el rey Boabdil tienen en común el pueblo de Laujar. Resulta que al vecino Pedro Murillo Velarde, que además de sacerdote jesuita fue casi de todo y entre sus muchas ocupaciones y destrezas brilló como cartógrafo, se le atribuye el primer mapa de Filipinas. Con su labor como profesor en la Universidad de Manila consiguió una notable influencia en el país, tanto que con el tiempo se creó en el palacio Casa de los Moya el Centro Cultural Hispano-Filipino, que dedica parte de su espacio al escritor Francisco Villaespesa y alimenta el pulso cultural en la localidad con actividades como la exposición 'Las brumas perdidas', de Juan Antonio Maldonado. Más poética es la historia del rey Boabdil, que se refugió en Laujar tras dejar la Alhambra, dicen que entre lágrimas, y dicen también que el llantó siguió después en la alcazaba del siglo XIII en la que se refugió. Esta sirvió a Abén Humeya de cuartel general durante la revuelta morisca y, como la fortaleza nazarí más importante de la Alpujarra, también allí se instaló primero El Zagal antes de la Toma de Granada, y después Boabdil tras las capitulaciones de Granada. Cuando murió Morayma, año y medio después, el rey abandonó Laujar camino de Fez y ya no pisaría jamás las tierras de Al-Ándalus.
Filipinas y el rey Boabdil tienen en común el pueblo de Laujar. Resulta que al vecino Pedro Murillo Velarde, que además de sacerdote jesuita fue casi de todo y entre sus muchas ocupaciones y destrezas brilló como cartógrafo, se le atribuye el primer mapa de Filipinas. Con su labor como profesor en la Universidad de Manila consiguió una notable influencia en el país, tanto que con el tiempo se creó en el palacio Casa de los Moya el Centro Cultural Hispano-Filipino, que dedica parte de su espacio al escritor Francisco Villaespesa y alimenta el pulso cultural en la localidad con actividades como la exposición 'Las brumas perdidas', de Juan Antonio Maldonado. Más poética es la historia del rey Boabdil, que se refugió en Laujar tras dejar la Alhambra, dicen que entre lágrimas, y dicen también que el llantó siguió después en la alcazaba del siglo XIII en la que se refugió. Esta sirvió a Abén Humeya de cuartel general durante la revuelta morisca y, como la fortaleza nazarí más importante de la Alpujarra, también allí se instaló primero El Zagal antes de la Toma de Granada, y después Boabdil tras las capitulaciones de Granada. Cuando murió Morayma, año y medio después, el rey abandonó Laujar camino de Fez y ya no pisaría jamás las tierras de Al-Ándalus.