La bruja y la hermana del Sol
En un lejano país hubo un zar y una zarina que tuvieron como hijo a un muchacho mudo de nacimiento llamado Ivan. Tenían también un mozo de cuadras, el cual de vez en cuando le contaba hermosos cuentos al niño. Un día, y cuando Iván ya tenía doce años, acudió al mozo de cuadra para que le contara otro. Sin embargo, el palafrenero le contó algo distinto de lo esperado: le indicó que en poco tiempo su madre daría a luz a una niña, la cual se volvería una bruja que devoraría al padre, a la madre y a los sirvientes del palacio. La única forma de que Iván se salvara sería la pedirle a su padre su mejor caballo y huir allá donde el corcel le llevara. Angustiado, el joven corrió hacia su padre y, por primera vez, habló para pedirle un caballo.
El rey, feliz de oír a su hijo por primera vez, le dió su mejor corcel. Iván montó en él y cabalgó hacia donde el animal lo llevase. Según pasaba el tiempo, empezó a pedir Albergue a diferentes personas con las que se encontró: una par de ancianas (que le dijeron que no dado que les quedaba poco tiempo de vida, llegándoles la hora una vez terminaran de tejer), un hombre llamado Vertodub (el cual no pudo ayudarle ya que moriría una vez arrancara unos robles de la tierra) y aún otro más, Vertogez, quien tampoco pudo ayudarle puesto que le llegaría la hora una vez acabara de voltear unas montañas.
El joven lloró y lloró, desconsolado, hasta que finalmente llegó al palacio de la hermana del Sol. Esta le acogió con amabilidad, tratándole como a un hijo. Iván vivió en dicho palacio durante días, pero de vez en cuando lloraba por no tener noticia alguna de su hogar. La hermana del Sol le preguntó en varias ocasiones el porqué de sus lágrimas, a lo que inicialmente el joven contestó que se debía a que el viento se los había irritado (algo que hizo que la hermana del Sol ordenase al viento que dejase de soplar), Sin embargo, finalmente el joven le confesó lo ocurrido y le pidió volver a su hogar. Ante su insistencia, la hermana del Sol le dió permiso y le agasajó con un cepillo, un peine y dos manzanas capaces de rejuvenecer a quien las comiera.
En el camino de vuelta, el joven Ivan volvió a ver a Vertogez, y viendo que solo quedaba una montaña para que este volteara y luego muriera, arrojó el cepillo al suelo. De él surgieron nuevas y enormes montañas, tantas que se perdían a la vista. Vertogez se alegró. Poco después y continuado el camino, Iván encontró a Vertodub apunto de arrancar los últimos tres árboles, tras lo cual moriría. El joven sacó el peine y lo tiró en el campo, y de allí nacieron enormes bosques, algo que hizo a Vertodub feliz y le dió más trabajo que hacer. Posteriormente, Iván llegó hasta las ancianas, a quienes regaló las manzanas rejuvenecedoras. Las ancianas las comieron y volvieron a ser jóvenes, y en compensación le regalaron un pañuelo el cual era capaz de crear un lago al sacudirlo.
Finalmente, Iván llegó de nuevo a su hogar. Allí saldría su hermana a recibirlo, con cariño, y le pidió que tocara el arpa mientras ella preparaba la comida. Mientras así lo hacía un pequeño ratón salió de su escondite, gritándole que huyera dado que su hermana se estaba afilando los dientes para devorarle. El joven huyó, quedándose el ratón tocando el arpa para distraer a la hermana. Al poco, la hermana entró en la habitación dispuesta a devorar a Iván, pero se dió cuenta de que su presa había huido.
Empezó a perseguir a Iván, quien viendo que la alcazaba sacudió el pañuelo de tal modo que puso un lago entre ellos para obtener ventaja. La bruja cruzó el lago y siguió persiguiendo al joven, pasando cerca de Vertodub. Este, comprendiendo lo que pasaba, empezó a amontonar los robles que arrancaba hasta formar una montaña que impidiera el paso a la bruja. Aunque esta consiguió roer los árboles, ello dió a Iván gran ventaja. A medida que la bruja acortaba distancias y prácticamente alcanzaba al joven, se acercaron a donde estaba Vertogez.
Comprendiendo lo ocurrido, Vertogez agarró la montaña más alta y la volteó justo en medio del camino que separaba a los hermanos, obstaculizando a la bruja. Pese a ello, esta continuó acercándose poco a poco a Iván. Poco antes de alcanzarlo, ambos llegaron a las puertas del palacio de la hermana del Sol. El joven pidió que le abrieran la ventana, algo que la hermana del Sol hizo. La bruja pidió que su hermano le fuera entregado, proponiendo que se pesaran en un peso: si la bruja pesaba más se lo comería, y si no, Iván la mataría. Este último aceptó, pesándose primero.
Sin embargo, cuando la bruja empezó a subirse el joven aprovechó el peso para dar un salto hacia arriba, con tal fuerza que llegó al cielo y halló otro palacio de la hermana del Sol. Allí se quedaría para siempre a salvo de la bruja, que jamás podría cogerlo”.
En un lejano país hubo un zar y una zarina que tuvieron como hijo a un muchacho mudo de nacimiento llamado Ivan. Tenían también un mozo de cuadras, el cual de vez en cuando le contaba hermosos cuentos al niño. Un día, y cuando Iván ya tenía doce años, acudió al mozo de cuadra para que le contara otro. Sin embargo, el palafrenero le contó algo distinto de lo esperado: le indicó que en poco tiempo su madre daría a luz a una niña, la cual se volvería una bruja que devoraría al padre, a la madre y a los sirvientes del palacio. La única forma de que Iván se salvara sería la pedirle a su padre su mejor caballo y huir allá donde el corcel le llevara. Angustiado, el joven corrió hacia su padre y, por primera vez, habló para pedirle un caballo.
El rey, feliz de oír a su hijo por primera vez, le dió su mejor corcel. Iván montó en él y cabalgó hacia donde el animal lo llevase. Según pasaba el tiempo, empezó a pedir Albergue a diferentes personas con las que se encontró: una par de ancianas (que le dijeron que no dado que les quedaba poco tiempo de vida, llegándoles la hora una vez terminaran de tejer), un hombre llamado Vertodub (el cual no pudo ayudarle ya que moriría una vez arrancara unos robles de la tierra) y aún otro más, Vertogez, quien tampoco pudo ayudarle puesto que le llegaría la hora una vez acabara de voltear unas montañas.
El joven lloró y lloró, desconsolado, hasta que finalmente llegó al palacio de la hermana del Sol. Esta le acogió con amabilidad, tratándole como a un hijo. Iván vivió en dicho palacio durante días, pero de vez en cuando lloraba por no tener noticia alguna de su hogar. La hermana del Sol le preguntó en varias ocasiones el porqué de sus lágrimas, a lo que inicialmente el joven contestó que se debía a que el viento se los había irritado (algo que hizo que la hermana del Sol ordenase al viento que dejase de soplar), Sin embargo, finalmente el joven le confesó lo ocurrido y le pidió volver a su hogar. Ante su insistencia, la hermana del Sol le dió permiso y le agasajó con un cepillo, un peine y dos manzanas capaces de rejuvenecer a quien las comiera.
En el camino de vuelta, el joven Ivan volvió a ver a Vertogez, y viendo que solo quedaba una montaña para que este volteara y luego muriera, arrojó el cepillo al suelo. De él surgieron nuevas y enormes montañas, tantas que se perdían a la vista. Vertogez se alegró. Poco después y continuado el camino, Iván encontró a Vertodub apunto de arrancar los últimos tres árboles, tras lo cual moriría. El joven sacó el peine y lo tiró en el campo, y de allí nacieron enormes bosques, algo que hizo a Vertodub feliz y le dió más trabajo que hacer. Posteriormente, Iván llegó hasta las ancianas, a quienes regaló las manzanas rejuvenecedoras. Las ancianas las comieron y volvieron a ser jóvenes, y en compensación le regalaron un pañuelo el cual era capaz de crear un lago al sacudirlo.
Finalmente, Iván llegó de nuevo a su hogar. Allí saldría su hermana a recibirlo, con cariño, y le pidió que tocara el arpa mientras ella preparaba la comida. Mientras así lo hacía un pequeño ratón salió de su escondite, gritándole que huyera dado que su hermana se estaba afilando los dientes para devorarle. El joven huyó, quedándose el ratón tocando el arpa para distraer a la hermana. Al poco, la hermana entró en la habitación dispuesta a devorar a Iván, pero se dió cuenta de que su presa había huido.
Empezó a perseguir a Iván, quien viendo que la alcazaba sacudió el pañuelo de tal modo que puso un lago entre ellos para obtener ventaja. La bruja cruzó el lago y siguió persiguiendo al joven, pasando cerca de Vertodub. Este, comprendiendo lo que pasaba, empezó a amontonar los robles que arrancaba hasta formar una montaña que impidiera el paso a la bruja. Aunque esta consiguió roer los árboles, ello dió a Iván gran ventaja. A medida que la bruja acortaba distancias y prácticamente alcanzaba al joven, se acercaron a donde estaba Vertogez.
Comprendiendo lo ocurrido, Vertogez agarró la montaña más alta y la volteó justo en medio del camino que separaba a los hermanos, obstaculizando a la bruja. Pese a ello, esta continuó acercándose poco a poco a Iván. Poco antes de alcanzarlo, ambos llegaron a las puertas del palacio de la hermana del Sol. El joven pidió que le abrieran la ventana, algo que la hermana del Sol hizo. La bruja pidió que su hermano le fuera entregado, proponiendo que se pesaran en un peso: si la bruja pesaba más se lo comería, y si no, Iván la mataría. Este último aceptó, pesándose primero.
Sin embargo, cuando la bruja empezó a subirse el joven aprovechó el peso para dar un salto hacia arriba, con tal fuerza que llegó al cielo y halló otro palacio de la hermana del Sol. Allí se quedaría para siempre a salvo de la bruja, que jamás podría cogerlo”.