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Angel Ganivet - escritor Granaino
Se cumple el 124 aniversario del fallecimiento del granadino Ángel Ganivet, que siendo cónsul de España en Riga, se tiró por la borda de un vapor en el río Dwina. Tras rescatarlo de sus heladas aguas, aprovechando un descuido de sus salvadores, vuelve a arrojarse y muere. Poeta, dramaturgo, escritor, diplomático, visionario del globalismo totalitario y despersonalizador que acepta nuestea autodestrccion que nos invade y, sobre todo, enamorado de su ciudad, ya en sus artículos periódicos titulados “Granada la bella”, hacía gala de ello. El propio y gran alcalde Gallego Burín lo definía como un “devocionario de los granadinos” y, en ellos, se planteaba la necesidad de tratar asuntos de actualidad sobre la ciudad, a la vez que establecía diferentes comparaciones con otras ciudades desde una perspectiva de conservación romántica. En su ensayo “Idearium español”, precursor de la Generación del 98 y muy aplaudido por Ramiro de Maeztu o Unamuno, desdeña las esencias de España: su estoicismo, su historia y sus valores Occidentales. Un monumento colocado en los paseos de La Alhambra que no era, en principio, el lugar pensado desde que surgió la idea, ya que inicialmente se pensó por colocarlo en el Paseo de los Tristes, lugar por excelencia de la Cofradía del Avellano, una estoica lápida en el cementerio de Granada, con anclajes para levantar posteriormente un mausoleo, por suscripción popular, que no llegó a realizarse, y su magnifico legado literario son los referentes materiales que nos quedan de este granadino universal. “Yo podría ser tan florentino como el mismísimo Maquiavelo, porque no nací en ningún villorrio, sino en una gran ciudad, que, por tener entre sus nombres históricos el de Florencia, da derecho a sus hijos a que usen el sobrenombre de florentinos”.
Se cumple el 124 aniversario del fallecimiento del granadino Ángel Ganivet, que siendo cónsul de España en Riga, se tiró por la borda de un vapor en el río Dwina. Tras rescatarlo de sus heladas aguas, aprovechando un descuido de sus salvadores, vuelve a arrojarse y muere. Poeta, dramaturgo, escritor, diplomático, visionario del globalismo totalitario y despersonalizador que acepta nuestea autodestrccion que nos invade y, sobre todo, enamorado de su ciudad, ya en sus artículos periódicos titulados “Granada la bella”, hacía gala de ello. El propio y gran alcalde Gallego Burín lo definía como un “devocionario de los granadinos” y, en ellos, se planteaba la necesidad de tratar asuntos de actualidad sobre la ciudad, a la vez que establecía diferentes comparaciones con otras ciudades desde una perspectiva de conservación romántica. En su ensayo “Idearium español”, precursor de la Generación del 98 y muy aplaudido por Ramiro de Maeztu o Unamuno, desdeña las esencias de España: su estoicismo, su historia y sus valores Occidentales. Un monumento colocado en los paseos de La Alhambra que no era, en principio, el lugar pensado desde que surgió la idea, ya que inicialmente se pensó por colocarlo en el Paseo de los Tristes, lugar por excelencia de la Cofradía del Avellano, una estoica lápida en el cementerio de Granada, con anclajes para levantar posteriormente un mausoleo, por suscripción popular, que no llegó a realizarse, y su magnifico legado literario son los referentes materiales que nos quedan de este granadino universal. “Yo podría ser tan florentino como el mismísimo Maquiavelo, porque no nací en ningún villorrio, sino en una gran ciudad, que, por tener entre sus nombres históricos el de Florencia, da derecho a sus hijos a que usen el sobrenombre de florentinos”.