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PEDRO MARTINEZ: Esta es una historia verdadera. Sucedió en Canadá....

Esta es una historia verdadera. Sucedió en Canadá. Es la historia de dos agricultores que vivían cerca el uno del otro.
Un día el perro de uno de ellos se soltó y a dentelladas mató al niño de dos años de su vecino.
El padre del niño angustiado cortó la comunicación y la relación con su vecino y los dos hombres vivieron en amenazante enemistad durante años.
Y un buen día el fuego arrasó la propiedad del agricultor dueño del perro y destruyó su granja y sus herramientas.
No podía labrar sus tierras ni sembrarlas y su futuro era negrísimo.
Pero a la mañana siguiente se despertó y encontró sus tierras labradas y listas para la siembra.
Preguntó y supo que el que había hecho esta buena acción no era otro que su enemigo, su angustiado vecino.
Con mucha humildad salió en su busca y le preguntó por qué lo había hecho.
Su respuesta fue la siguiente: “Labré tus tierras para que Dios siga vivo”.
El amor cristiano es mucho más que afecto y amistad, es perdón y reconciliación, es gracia y resurrección.
Jesús no nos manda nada, no es un legislador, no ha venido hasta nosotros con un código de leyes que hay que cumplir bajo pena de cárcel, multa o muerte, cielo o infierno, decimos los cristianos, para eso ya están las leyes y prohibiciones de los hombres.
Jesús ha venido para inspirarnos, para animarnos a vivir la armonía plena con Dios, con los hombres todos y con la naturaleza, su creación.
Como decía el agricultor canadiense para que Dios siga viviendo y destruyendo el muro que nos separa, el odio.
“En el pasado se os dijo; Amarás a tu prójimo y aborrecerás a tu enemigo.
Pero yo os digo: Amad a vuestros enemigos y rezad por los que os persiguen”.
DIOS PERDONA. SU OFICIO ES PERDONAR.
Nosotros ¿amamos a los enemigos, a los que nos hieren con sus palabras y sus acciones?
Para los cristianos perdonar es más que una palabra tomada de los libros de autoayuda, es una exigencia de Jesús. “Perdonad y seréis perdonados”.
Los seguidores de Jesús debemos perdonar como Dios nos perdona sin reservas, sin condiciones, totalmente. Nosotros tenemos el ejemplo de Jesús y el plus del evangelio.
Pero el ejercicio del perdón debiera ser universal.
¿Por qué y para qué llevar el peso del odio al hombro día tras día?
¿Por qué vivir atados a las personas que odiamos?
Perdonar de corazón, tal vez, no le haga mucho bien a la persona odiada, pero a mí me hace libre, me hace bien física y mentalmente y me da la paz al liberarme del fardo odioso que cargo a las espaldas.