LOS PEQUEÑOS DETALLES
Zenno, un aspirante que llevaba diez años estudiando para ser sabio, fue a visitar a su profesor, Nan-in, para preguntarle si ya lo veía preparado para poder ejercer de maestro. Cuando entró en su casa, Nan-in le preguntó: « ¿Has dejado tu paraguas y tus zapatos fuera?». A lo que el joven respondió: «Por supuesto. Es lo que manda la buena educación». El profesor, entonces, quiso saber si había colocado el paraguas a la izquierda o a la derecha de sus zapatos. «No tengo la menor idea», reconoció Zenno. «Pues has de saber que para ser sabio hay que tener conciencia total sobre lo que hacemos», le recordó Nan-in. Y añadió que la falta de atención a los pequeños detalles pueden destruir por completo la vida de un hombre. «Una persona que sale corriendo de su casa puede haberse olvidado de guardar bien un puñal que queda al alcance de su hijo pequeño», apuntó. «De la misma manera, un samurái que no mira todos los días su espada, terminará por encontrarla oxidada cuando más la necesite, o alguien que olvida llevarle flores a un ser amado acabará por perderlo». Al escuchar aquellas palabras, Zenno se dio cuenta de que le quedaba mucho por aprender, pues, aunque conocía bien las técnicas de sus estudios, aún no sabía cómo aplicarlas en el mundo de los hombres.
Zenno, un aspirante que llevaba diez años estudiando para ser sabio, fue a visitar a su profesor, Nan-in, para preguntarle si ya lo veía preparado para poder ejercer de maestro. Cuando entró en su casa, Nan-in le preguntó: « ¿Has dejado tu paraguas y tus zapatos fuera?». A lo que el joven respondió: «Por supuesto. Es lo que manda la buena educación». El profesor, entonces, quiso saber si había colocado el paraguas a la izquierda o a la derecha de sus zapatos. «No tengo la menor idea», reconoció Zenno. «Pues has de saber que para ser sabio hay que tener conciencia total sobre lo que hacemos», le recordó Nan-in. Y añadió que la falta de atención a los pequeños detalles pueden destruir por completo la vida de un hombre. «Una persona que sale corriendo de su casa puede haberse olvidado de guardar bien un puñal que queda al alcance de su hijo pequeño», apuntó. «De la misma manera, un samurái que no mira todos los días su espada, terminará por encontrarla oxidada cuando más la necesite, o alguien que olvida llevarle flores a un ser amado acabará por perderlo». Al escuchar aquellas palabras, Zenno se dio cuenta de que le quedaba mucho por aprender, pues, aunque conocía bien las técnicas de sus estudios, aún no sabía cómo aplicarlas en el mundo de los hombres.