LA NAVAJA DE AFEITAR
Había una vez una navaja de afeitar que trabajaba en una barbería. Un día que se encontraba sola pensó en dar una ojeada alrededor y sacó fuera su cuchilla, que descansaba en el mango como en una vaina. Como vio el sol reflejarse en su cuerpo, quedó maravillada. Emitía tales resplandores que la hacía enorgullecerse. « ¡Y yo ahora tengo que regresar a este escuálido negocio a cortar las barbas enjabonadas de rústicos villanos, repitiendo hasta el infinito las mismas monótonas operaciones! Envilecer de este modo mi cuerpo tan bello sería una locura. Mejor voy a esconderme y gozar tranquilamente el resto de mis días», pensó en alto la navaja. Y así lo hizo.
Transcurrido un tiempo, decidió salir de su escondite para tomar un poco de aire, pero nada más verse en el espejo, exclamó: « ¡Ay de mí! ¿Qué ha sucedido?». La cuchilla, oscura como una sierra oxidada, ya no reflejaba el resplandor del sol.
Esta historia nos enseña a tener cuidado con nuestra vanidad, pues nos puede llevar a la ruina.
Había una vez una navaja de afeitar que trabajaba en una barbería. Un día que se encontraba sola pensó en dar una ojeada alrededor y sacó fuera su cuchilla, que descansaba en el mango como en una vaina. Como vio el sol reflejarse en su cuerpo, quedó maravillada. Emitía tales resplandores que la hacía enorgullecerse. « ¡Y yo ahora tengo que regresar a este escuálido negocio a cortar las barbas enjabonadas de rústicos villanos, repitiendo hasta el infinito las mismas monótonas operaciones! Envilecer de este modo mi cuerpo tan bello sería una locura. Mejor voy a esconderme y gozar tranquilamente el resto de mis días», pensó en alto la navaja. Y así lo hizo.
Transcurrido un tiempo, decidió salir de su escondite para tomar un poco de aire, pero nada más verse en el espejo, exclamó: « ¡Ay de mí! ¿Qué ha sucedido?». La cuchilla, oscura como una sierra oxidada, ya no reflejaba el resplandor del sol.
Esta historia nos enseña a tener cuidado con nuestra vanidad, pues nos puede llevar a la ruina.