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LOS CUADROS AZULES
Cuenta una historia que un niño vio por la calle a una niña tan hermosa que se enamoró de ella a primera vista y, sin pensarlo, le dijo: « ¡Te amo! ¿Quieres ser mi novia?». Pero la niña le respondió que no. Más tarde se encontraron en la escuela y el niño, que seguía enamorado de ella le volvió a decir: « ¡Te amo! ¿Quieres ser mi novia?». Y la niña le volvió a contestar que no. Pasaron algunos años y se encontraron de nuevo en la universidad. Él sentía cada vez más amor por ella y sin temor de lo que pudiera pasar nuevamente le declaró: « ¡Te amo! ¿Quieres ser mi novia?». Y entonces ella aceptó y comenzaron una relación preciosa. Se casaron y durante 15 años cada mes él le regaló a ella un cuadro azul hasta que un día la mujer le dijo: «Mi amor, ya no sé dónde guardar los cuadros azules que me regalas. Te pido por favor que no me regales más. Ya tenemos centenares y no sé qué hacer con ellos». Y él respondió con una gran tristeza: «Amor mío, jamás me preguntaste para qué te los regalaba. Yo solo quería que todo el cielo fuera tuyo, por eso todos los meses te traía un pedacito de él».
Esta historia demuestra que no hay que subestimar un regalo porque, aunque te parezca insignificante, puede que represente todo el amor que una persona siente por ti.
Cuenta una historia que un niño vio por la calle a una niña tan hermosa que se enamoró de ella a primera vista y, sin pensarlo, le dijo: « ¡Te amo! ¿Quieres ser mi novia?». Pero la niña le respondió que no. Más tarde se encontraron en la escuela y el niño, que seguía enamorado de ella le volvió a decir: « ¡Te amo! ¿Quieres ser mi novia?». Y la niña le volvió a contestar que no. Pasaron algunos años y se encontraron de nuevo en la universidad. Él sentía cada vez más amor por ella y sin temor de lo que pudiera pasar nuevamente le declaró: « ¡Te amo! ¿Quieres ser mi novia?». Y entonces ella aceptó y comenzaron una relación preciosa. Se casaron y durante 15 años cada mes él le regaló a ella un cuadro azul hasta que un día la mujer le dijo: «Mi amor, ya no sé dónde guardar los cuadros azules que me regalas. Te pido por favor que no me regales más. Ya tenemos centenares y no sé qué hacer con ellos». Y él respondió con una gran tristeza: «Amor mío, jamás me preguntaste para qué te los regalaba. Yo solo quería que todo el cielo fuera tuyo, por eso todos los meses te traía un pedacito de él».
Esta historia demuestra que no hay que subestimar un regalo porque, aunque te parezca insignificante, puede que represente todo el amor que una persona siente por ti.