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EL AMO Y EL CRIADO
Había una vez un criado que sufría mucho por el mal carácter de su amo. Un buen día este señor llegó a casa de muy mal humor, se sentó a la mesa para comer y se impacientó al ver que el criado se retrasaba un poco al servir la comida. Oyendo a su amo quejarse, el criado no esperó lo suficiente a que la sopa se calentara. Por eso, el señor se encontró con la sopa fría. Colérico, cogió el plato y lo lanzó por la ventana. Entonces, el criado también tiró por la ventana la carne, el pan, el vino, la servilleta, los cubiertos y el mantel que estaban sobre la mesa. « ¿Qué haces, temerario?», dijo el amo, furioso. «Discúlpeme usted, señor. Le he malinterpretado. He creído que usted quería comer hoy en el patio. ¡Hace una temperatura tan agradable!», respondió el criado.
El amo se dio cuenta de lo que había hecho, reconoció su falta y su mal carácter y dio gracias al criado por la lección que acababa de darle. Y es que, a lo largo de la vida, cualquiera nos puede hacer daño, pero podemos decidir si queremos o no sufrir. Las acciones en sí no causan sufrimiento sino la importancia que les otorgamos. Si respondemos a la violencia con violencia, esta crecerá. Si respondemos a la violencia con tranquilidad, esta se aplacará.
Había una vez un criado que sufría mucho por el mal carácter de su amo. Un buen día este señor llegó a casa de muy mal humor, se sentó a la mesa para comer y se impacientó al ver que el criado se retrasaba un poco al servir la comida. Oyendo a su amo quejarse, el criado no esperó lo suficiente a que la sopa se calentara. Por eso, el señor se encontró con la sopa fría. Colérico, cogió el plato y lo lanzó por la ventana. Entonces, el criado también tiró por la ventana la carne, el pan, el vino, la servilleta, los cubiertos y el mantel que estaban sobre la mesa. « ¿Qué haces, temerario?», dijo el amo, furioso. «Discúlpeme usted, señor. Le he malinterpretado. He creído que usted quería comer hoy en el patio. ¡Hace una temperatura tan agradable!», respondió el criado.
El amo se dio cuenta de lo que había hecho, reconoció su falta y su mal carácter y dio gracias al criado por la lección que acababa de darle. Y es que, a lo largo de la vida, cualquiera nos puede hacer daño, pero podemos decidir si queremos o no sufrir. Las acciones en sí no causan sufrimiento sino la importancia que les otorgamos. Si respondemos a la violencia con violencia, esta crecerá. Si respondemos a la violencia con tranquilidad, esta se aplacará.