LA PERSONA ES EL TEMPLO DE DIOS
Helder Cámara, obispo brasileño, que durante su vida “olió a oveja” más que nadie, cuenta la siguiente historia:
“Un día unos feligreses de mi diócesis vinieron a suplicarme que fuera a su pueblo a celebrar una misa de purificación de su templo, su iglesia parroquial. ¿Por qué?, les pregunté.
Unos ladrones han saqueado nuestra iglesia, han destruido el sagrario, se han llevado los copones y, al largarse, han tirado por el barro de las calles las formas consagradas. Han profanado nuestro templo, me contaron consternados.
Por supuesto que fui y les dije a aquellos católicos indignados: Ustedes están horrorizados porque el cuerpo de Cristo ha sido arrojado al fango. Tienen razón y comprendo su ira, pero no olviden nunca que aquí y en otros muchos lugares de la tierra, el Cuerpo de Cristo es tirado a la basura cuando los más pobres, los más pequeños son machacados y humillados...
REAPRENDER A ESCUCHAR
Juan era un niño que vivía en un campo. En la escuela vio un gran póster del circo que iba a actuar en la ciudad. Cuando llegó a casa le dijo a su padre: Papá, ¿puedo ir al circo el sábado? Si haces todas tus tareas a tiempo, podrás ir, le contestó su padre.
Llegó el sábado, las tareas hechas y vestido de domingo, el padre sacó unos euros del bolsillo y después de darle mil consejos le dejó ir a la ciudad.
Las calles estaban llenas de gente para recibir a todos los artistas del circo. Juan se colocó en primera fila. Nunca había visto un espectáculo tan maravilloso. Un payaso cerraba la caravana. Cuando el payaso pasó junto a Juan, éste sacó del bolsillo sus euros y se los dio y Juan se fue a casa. El niño pensaba que eso era el circo. Solo había visto el desfile, pero no vio la maravillosa actuación que tendría lugar bajo la carpa.
Helder Cámara, obispo brasileño, que durante su vida “olió a oveja” más que nadie, cuenta la siguiente historia:
“Un día unos feligreses de mi diócesis vinieron a suplicarme que fuera a su pueblo a celebrar una misa de purificación de su templo, su iglesia parroquial. ¿Por qué?, les pregunté.
Unos ladrones han saqueado nuestra iglesia, han destruido el sagrario, se han llevado los copones y, al largarse, han tirado por el barro de las calles las formas consagradas. Han profanado nuestro templo, me contaron consternados.
Por supuesto que fui y les dije a aquellos católicos indignados: Ustedes están horrorizados porque el cuerpo de Cristo ha sido arrojado al fango. Tienen razón y comprendo su ira, pero no olviden nunca que aquí y en otros muchos lugares de la tierra, el Cuerpo de Cristo es tirado a la basura cuando los más pobres, los más pequeños son machacados y humillados...
REAPRENDER A ESCUCHAR
Juan era un niño que vivía en un campo. En la escuela vio un gran póster del circo que iba a actuar en la ciudad. Cuando llegó a casa le dijo a su padre: Papá, ¿puedo ir al circo el sábado? Si haces todas tus tareas a tiempo, podrás ir, le contestó su padre.
Llegó el sábado, las tareas hechas y vestido de domingo, el padre sacó unos euros del bolsillo y después de darle mil consejos le dejó ir a la ciudad.
Las calles estaban llenas de gente para recibir a todos los artistas del circo. Juan se colocó en primera fila. Nunca había visto un espectáculo tan maravilloso. Un payaso cerraba la caravana. Cuando el payaso pasó junto a Juan, éste sacó del bolsillo sus euros y se los dio y Juan se fue a casa. El niño pensaba que eso era el circo. Solo había visto el desfile, pero no vio la maravillosa actuación que tendría lugar bajo la carpa.