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EL HOMBRE RICO
Un hombre muy rico llegó a un pueblo que no conocía, entró en la cantina, se sentó a una mesa, llamó al encargado y, en voz alta, dijo:
–Sirve a cada uno de los presentes lo que quieran. ¡Yo pago!
El hombre obedeció y sirvió lo que pidieron los clientes, que se mostraron muy agradecidos con el desconocido.
–Soy rico y quiero comprar la casa más grande de este pueblo.
El encargado, impresionado, se ofreció a ayudarlo. Así, el hombre consiguió mudarse a una gran casa, donde hacía maravillosas fiestas para agasajar a la gente del pueblo. Se sentía muy importante y comenzó a tratar a la gente como sus sirvientes y, ellos, con tal de disfrutar de los regalos, soportaban su altanería y humillaciones. Tanto fue lo que el hombre rico gastó para impresionar que su fortuna se fue acabando y las personas del pueblo fueron alejándose de él.
–Es un pueblo de interesados. ¿Ahora nadie me conoce?–reprochó un día en voz alta en la cantina.
–Aquí nadie te conoció jamás porque nunca hiciste nada por ser amigo de alguien –le respondió el camarero.
–Esta historia nos enseña que si solo vales por lo que tienes, realmente no vales nada.
Un hombre muy rico llegó a un pueblo que no conocía, entró en la cantina, se sentó a una mesa, llamó al encargado y, en voz alta, dijo:
–Sirve a cada uno de los presentes lo que quieran. ¡Yo pago!
El hombre obedeció y sirvió lo que pidieron los clientes, que se mostraron muy agradecidos con el desconocido.
–Soy rico y quiero comprar la casa más grande de este pueblo.
El encargado, impresionado, se ofreció a ayudarlo. Así, el hombre consiguió mudarse a una gran casa, donde hacía maravillosas fiestas para agasajar a la gente del pueblo. Se sentía muy importante y comenzó a tratar a la gente como sus sirvientes y, ellos, con tal de disfrutar de los regalos, soportaban su altanería y humillaciones. Tanto fue lo que el hombre rico gastó para impresionar que su fortuna se fue acabando y las personas del pueblo fueron alejándose de él.
–Es un pueblo de interesados. ¿Ahora nadie me conoce?–reprochó un día en voz alta en la cantina.
–Aquí nadie te conoció jamás porque nunca hiciste nada por ser amigo de alguien –le respondió el camarero.
–Esta historia nos enseña que si solo vales por lo que tienes, realmente no vales nada.