LA APUESTA DEL CALIFA
Hace muchos años vivía un califa avaro y cruel que sentía pasión por las apuestas. Una mañana, al salir a uno de los patios, vio una pila de ladrillos y gritó: «Apuesto a que nadie es capaz de transportar estos ladrillos con sus manos de un lado al otro del patio antes de que el sol se ponga». Un joven albañil le preguntó por el premio y el califa le respondió que le daría 10 tinajas de oro. « ¿Y si no lo consigo?», quiso saber el albañil. «Entonces, te cortaré la cabeza». Tras dudar unos minutos, el joven le dijo que aceptaba, pero con una condición: «Podrás detener el juego en cualquier momento y, si lo haces, solo me darás una tinaja de oro». Tras unas horas, el albañil solo había transportado una pequeña parte de los ladrillos y, sin embargo, sonreía. « ¿Por qué sonríes? No vas a ganar», le dijo el califa. «Te equivocas. Has olvidado algo muy sencillo y por eso venceré», le contestó el joven. Preocupado, el califa empezó a dudar y decidió detener la apuesta, con lo que el albañil ganó una tinaja de oro. Reconociéndose perdedor, le preguntó al joven qué se le había olvidado. «Te has olvidado de lo más sencillo, de que podías perder la confianza en ti mismo y sin esa virtud sabía que acabarías deteniendo la apuesta y yo ganaría mi tinaja». Y es que, sin confianza, hasta el más pintado acaba fracasando.
Hace muchos años vivía un califa avaro y cruel que sentía pasión por las apuestas. Una mañana, al salir a uno de los patios, vio una pila de ladrillos y gritó: «Apuesto a que nadie es capaz de transportar estos ladrillos con sus manos de un lado al otro del patio antes de que el sol se ponga». Un joven albañil le preguntó por el premio y el califa le respondió que le daría 10 tinajas de oro. « ¿Y si no lo consigo?», quiso saber el albañil. «Entonces, te cortaré la cabeza». Tras dudar unos minutos, el joven le dijo que aceptaba, pero con una condición: «Podrás detener el juego en cualquier momento y, si lo haces, solo me darás una tinaja de oro». Tras unas horas, el albañil solo había transportado una pequeña parte de los ladrillos y, sin embargo, sonreía. « ¿Por qué sonríes? No vas a ganar», le dijo el califa. «Te equivocas. Has olvidado algo muy sencillo y por eso venceré», le contestó el joven. Preocupado, el califa empezó a dudar y decidió detener la apuesta, con lo que el albañil ganó una tinaja de oro. Reconociéndose perdedor, le preguntó al joven qué se le había olvidado. «Te has olvidado de lo más sencillo, de que podías perder la confianza en ti mismo y sin esa virtud sabía que acabarías deteniendo la apuesta y yo ganaría mi tinaja». Y es que, sin confianza, hasta el más pintado acaba fracasando.