En una comunidad habitada por animales, había uno que sobresalía por su astucia. Este era un gallo que disfrutaba de engañar a los demás. Se posaba en la vereda de un camino y, cuando un forastero pasaba en busca de comida y le pedía una dirección, el gallo siempre le daba una indicación errónea. Luego, él mismo se dirigía a buscar la provisión y la guardaba en su almacén. Un día, mientras el sol brillaba en el cielo, una vaca muy hambrienta se acercó al gallo y le preguntó: "Hola, señor Gallo, me dijeron que por aquí hay abundantes hierbas, ¿podría indicarme el camino?" El gallo, con su habitual astucia, respondió: "Claro, dirígete hacia el este." Sin embargo, le había proporcionado información falsa. Inmediatamente, el gallo envió a su compañero hacia el oeste, donde realmente estaban las hierbas, y juntos se encargaron de recogerlas y llevarlas a su almacén. Luego, cuando dicho animal regresaba sin haber encontrado nada, el gallo les decía: "Tengo una oferta mejor, soy comerciante de alimentos y vendo a precios muy bajos."
De este modo, el gallo engañaba a los forasteros, quienes, desafortunadamente, se extraviaban en el camino equivocado. Con el tiempo, comenzaron a dudar de las intenciones del gallo, ya que su negocio prosperaba de manera inusual y no había explicado de dónde obtenía tantas hierbas y otros víveres. Este astuto gallo conocía todos los rincones donde se hallaban los alimentos. Sin embargo, un día, una cabra decidió visitar su establecimiento y le preguntó sobre dónde podría encontrar comida. El gallo, con aires de superioridad, le respondió que él vendía alimentos. La cabra, al no tener dinero, replicó: "No tengo dinero". Fue entonces cuando el gallo, con desdén, contestó: "Lo siento, entonces no podrás comer. Soy el único que vende alimentos".
La cabra se alejó, pero su mente estaba maquinando un astuto plan. Se encaminó hacia el territorio donde residía el alcalde burro, acompañado de sus inseparables amigos, el perro y el gato. La cabra les comentó que en esa área el alimento escaseaba, y que solo el gallo poseía un almacén repleto, aunque nadie sabía de dónde provenían sus provisiones. Sin perder tiempo, el burro y sus amigos se dirigieron a la zona. Al llegar, se encontraron con el gallo erguido en medio del camino. El burro lo saludó: " ¡Buenas tardes, señor Gallo!" A lo que el gallo respondió: " ¡Buenas tardes, alcalde! ¿Qué lo trae por aquí?" El burro contestó: "He venido a visitarlo, me gustaría compartir una copa de vino con usted."
El gallo, con una sonrisa en el pico, aceptó con gusto compartir un vino con el burro. Alrededor de la mesa, tras haber disfrutado de la primera ronda, el gallo gritó a sus amigos: " ¡Traigan más vino!" Con el paso del tiempo y tras varios tragos, el burro, con un tono serio, le dijo: "Señor Gallo, su negocio parece florecer." El gallo, ya un poco ebrio, respondió: "Así es, señor alcalde, lo mejor de todo es que lo he logrado a costa de otros." En ese instante, los amigos del gallo se inquietaron, pues él comenzó a hablar sin filtro, respondiendo a cada pregunta del burro con un chiste al final. Finalmente, el burro le inquirió: " ¿De dónde saca todos los alimentos para vender?" El gallo, con desdén, contestó: "Señor alcalde, trabajar no es lo mío, ¿se imagina?" El burro, manteniendo la mirada firme, le replicó: "Me imagino, señor Gallo, que trabajar no es lo suyo, pero tampoco ser libre es algo que usted merezca. Está arrestado y sin derecho a hablar." La sonrisa del gallo se desvaneció, y ese día, tras ser desenmascarado, el vino se convirtió en su peor enemigo.
De este modo, el gallo engañaba a los forasteros, quienes, desafortunadamente, se extraviaban en el camino equivocado. Con el tiempo, comenzaron a dudar de las intenciones del gallo, ya que su negocio prosperaba de manera inusual y no había explicado de dónde obtenía tantas hierbas y otros víveres. Este astuto gallo conocía todos los rincones donde se hallaban los alimentos. Sin embargo, un día, una cabra decidió visitar su establecimiento y le preguntó sobre dónde podría encontrar comida. El gallo, con aires de superioridad, le respondió que él vendía alimentos. La cabra, al no tener dinero, replicó: "No tengo dinero". Fue entonces cuando el gallo, con desdén, contestó: "Lo siento, entonces no podrás comer. Soy el único que vende alimentos".
La cabra se alejó, pero su mente estaba maquinando un astuto plan. Se encaminó hacia el territorio donde residía el alcalde burro, acompañado de sus inseparables amigos, el perro y el gato. La cabra les comentó que en esa área el alimento escaseaba, y que solo el gallo poseía un almacén repleto, aunque nadie sabía de dónde provenían sus provisiones. Sin perder tiempo, el burro y sus amigos se dirigieron a la zona. Al llegar, se encontraron con el gallo erguido en medio del camino. El burro lo saludó: " ¡Buenas tardes, señor Gallo!" A lo que el gallo respondió: " ¡Buenas tardes, alcalde! ¿Qué lo trae por aquí?" El burro contestó: "He venido a visitarlo, me gustaría compartir una copa de vino con usted."
El gallo, con una sonrisa en el pico, aceptó con gusto compartir un vino con el burro. Alrededor de la mesa, tras haber disfrutado de la primera ronda, el gallo gritó a sus amigos: " ¡Traigan más vino!" Con el paso del tiempo y tras varios tragos, el burro, con un tono serio, le dijo: "Señor Gallo, su negocio parece florecer." El gallo, ya un poco ebrio, respondió: "Así es, señor alcalde, lo mejor de todo es que lo he logrado a costa de otros." En ese instante, los amigos del gallo se inquietaron, pues él comenzó a hablar sin filtro, respondiendo a cada pregunta del burro con un chiste al final. Finalmente, el burro le inquirió: " ¿De dónde saca todos los alimentos para vender?" El gallo, con desdén, contestó: "Señor alcalde, trabajar no es lo mío, ¿se imagina?" El burro, manteniendo la mirada firme, le replicó: "Me imagino, señor Gallo, que trabajar no es lo suyo, pero tampoco ser libre es algo que usted merezca. Está arrestado y sin derecho a hablar." La sonrisa del gallo se desvaneció, y ese día, tras ser desenmascarado, el vino se convirtió en su peor enemigo.