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LOS DOS PASTORES Y EL REY
Érase una vez un rey que tuvo que dejar el trono al ser traicionado por sus enemigos. Tras escapar escondiéndose en el bosque, encontró una choza y llamó a la puerta para ver si alguien lo podía ayudar. Dentro había dos pastores protegidos con mantas y, amablemente, le hicieron un hueco en el salón y compartieron con él sus pocos víveres.
–Algún día recuperaré todo mi poder y, entonces, os recompensaré como os merecéis –les prometió el rey.
Aunque ambos pastores habían sido igual de generosos, después de este breve encuentro cada uno actuó de forma muy diferente. Mientras uno iba alardeando de haberse comportado como un noble dándole sustento al monarca, el otro, reflexionando, se decía a sí mismo: «Ofrecerle comida al rey no es nada extraordinario. Pero, tras conocer cómo es el monarca de verdad, voy a inspirarme en él para ser cada día más noble».
Dos años después, el viejo rey recuperó su corona y recompensó a ambos por igual. Pero, mientras el primer pastor, lleno de soberbia, conspiró para derrocarlo de nuevo y fue ajusticiado, el segundo fue tan leal que acabó de asistente personal del monarca. Y es que no hay mayor virtud que mostrar generosidad con los demás sin dejar de ser humildes.
Érase una vez un rey que tuvo que dejar el trono al ser traicionado por sus enemigos. Tras escapar escondiéndose en el bosque, encontró una choza y llamó a la puerta para ver si alguien lo podía ayudar. Dentro había dos pastores protegidos con mantas y, amablemente, le hicieron un hueco en el salón y compartieron con él sus pocos víveres.
–Algún día recuperaré todo mi poder y, entonces, os recompensaré como os merecéis –les prometió el rey.
Aunque ambos pastores habían sido igual de generosos, después de este breve encuentro cada uno actuó de forma muy diferente. Mientras uno iba alardeando de haberse comportado como un noble dándole sustento al monarca, el otro, reflexionando, se decía a sí mismo: «Ofrecerle comida al rey no es nada extraordinario. Pero, tras conocer cómo es el monarca de verdad, voy a inspirarme en él para ser cada día más noble».
Dos años después, el viejo rey recuperó su corona y recompensó a ambos por igual. Pero, mientras el primer pastor, lleno de soberbia, conspiró para derrocarlo de nuevo y fue ajusticiado, el segundo fue tan leal que acabó de asistente personal del monarca. Y es que no hay mayor virtud que mostrar generosidad con los demás sin dejar de ser humildes.