Había una vez un gallo, un gato y un perro que, con gran entusiasmo, le pidieron a un burro que les contara una historia. Este burro, conocido por sus fascinantes anécdotas, accedió gustosamente y comenzó a narrar su relato. En un vasto lago, vivían dos castores que eran muy amigos y siempre compartían los trozos de madera que recolectaban. Con el tiempo, ambos decidieron iniciar sus propios negocios de madera, y al principio, ambos prosperaron. La amistad entre los dos castores se mantenía firme, apoyándose mutuamente. Sin embargo, con el transcurso del tiempo, uno de los castores comenzó a superar al otro en su negocio.
El otro castor comenzó a sentir una gran envidia por el éxito comercial de su amigo, y de repente, la situación se tornó muy extraña. Con el paso del tiempo, empezó a difundir mentiras sobre el otro castor con el fin de perjudicar su negocio y evitar que le compraran la madera. Así, cada día se convertía en un conflicto. Los celos estaban consumiendo al castor envidioso, quien no podía soportar el crecimiento del negocio de su amigo. Día tras día, buscaba información falsa para desacreditarlo. La amistad entre ellos se había desvanecido por completo.
Un día, el castor que había prosperado en su negocio se sintió agotado del abuso y las calumnias de su supuesto amigo, por lo que decidió alejarse considerablemente. Allí estableció su empresa de madera, la cual continuó prosperando. En cambio, el otro castor, debido a su malicia, vio cómo su negocio fracasaba y tuvo que cerrarlo, quedando en la ruina total. Su maldad le impidió avanzar, y no le quedó más remedio que deambular sin rumbo, ya que carecía de medios para subsistir. Así concluyó la gran amistad entre estos dos castores, dejando como lección que muchos desean verte bien, pero nunca mejor que ellos. "Gracias, gracias, gracias", exclamaron el gato, el perro y el gallo, agradeciendo la historia del burro y la valiosa lección aprendida.
El otro castor comenzó a sentir una gran envidia por el éxito comercial de su amigo, y de repente, la situación se tornó muy extraña. Con el paso del tiempo, empezó a difundir mentiras sobre el otro castor con el fin de perjudicar su negocio y evitar que le compraran la madera. Así, cada día se convertía en un conflicto. Los celos estaban consumiendo al castor envidioso, quien no podía soportar el crecimiento del negocio de su amigo. Día tras día, buscaba información falsa para desacreditarlo. La amistad entre ellos se había desvanecido por completo.
Un día, el castor que había prosperado en su negocio se sintió agotado del abuso y las calumnias de su supuesto amigo, por lo que decidió alejarse considerablemente. Allí estableció su empresa de madera, la cual continuó prosperando. En cambio, el otro castor, debido a su malicia, vio cómo su negocio fracasaba y tuvo que cerrarlo, quedando en la ruina total. Su maldad le impidió avanzar, y no le quedó más remedio que deambular sin rumbo, ya que carecía de medios para subsistir. Así concluyó la gran amistad entre estos dos castores, dejando como lección que muchos desean verte bien, pero nunca mejor que ellos. "Gracias, gracias, gracias", exclamaron el gato, el perro y el gallo, agradeciendo la historia del burro y la valiosa lección aprendida.