LOS BROTES DE CEBADA
Un hombre del reino de Song fue a ver los brotes de cebada que su hijo había plantado. Pero, nada más llegar a la parcela, se sorprendió al ver que estos eran demasiado pequeños. Dispuesto a ayudar a su hijo, el hombre exclamó:
– ¡Yo los haré crecer!
Y sin dudarlo un momento, comenzó a dar un fuerte estirón a cada uno de los tallos verdes. Tras varias horas de intenso trabajo, regresó a casa exhausto. Ya casi anochecía y su hijo, preocupado, le preguntó qué había hecho durante tanto rato.
– ¿Que qué he hecho? ¡Pues me he esforzado mucho para que tus brotes de cebada crezcan rápido!– contestó.
Nada más escucharlo, el joven corrió asustado hasta el campo. Sus miedos no eran infundados, todas sus plantas habían muerto. Su padre lo había hecho con buena intención, pero tirar de los brotes no había sido la mejor opción para hacerlos crecer.
Esta fábula china nos enseña que acelerar los procesos a la fuerza no da buenos frutos, ni en las plantas, ni en las personas.
Un hombre del reino de Song fue a ver los brotes de cebada que su hijo había plantado. Pero, nada más llegar a la parcela, se sorprendió al ver que estos eran demasiado pequeños. Dispuesto a ayudar a su hijo, el hombre exclamó:
– ¡Yo los haré crecer!
Y sin dudarlo un momento, comenzó a dar un fuerte estirón a cada uno de los tallos verdes. Tras varias horas de intenso trabajo, regresó a casa exhausto. Ya casi anochecía y su hijo, preocupado, le preguntó qué había hecho durante tanto rato.
– ¿Que qué he hecho? ¡Pues me he esforzado mucho para que tus brotes de cebada crezcan rápido!– contestó.
Nada más escucharlo, el joven corrió asustado hasta el campo. Sus miedos no eran infundados, todas sus plantas habían muerto. Su padre lo había hecho con buena intención, pero tirar de los brotes no había sido la mejor opción para hacerlos crecer.
Esta fábula china nos enseña que acelerar los procesos a la fuerza no da buenos frutos, ni en las plantas, ni en las personas.