EL POBRE Y LAS RIQUEZAS
Había una vez un hombre que vivía en la pobreza en la India. Tan extrema era su condición que no tenía nada que llevarse a la boca para alimentarse ni tampoco una casa en la que poder pasar las noches. Cada día pedía limosna a la salida de un templo y por las noches se echaba a dormir bajo las estrellas.
Con el tiempo, gracias a la caridad de muchas personas, el mendigo consiguió reunir una pequeña fortuna porque no gastaba nada de lo que recibía. Y, cuando ya se vio con bastante dinero acumulado, empezó a tener problemas para dormir a la intemperie porque tenía miedo de perder su dinero. Desde entonces, cada noche se oía el mismo llanto. « ¡Qué desgracia!», decía sollozando. «Toda la vida pasando penurias para conseguir una fortuna y, cuando por fin la consigues, no puedes vivir tranquilo por miedo a que te la roben», lamentaba.
Esta corta fábula tradicional nos enseña que las fortunas materiales y el dinero, a menudo terminan siendo una carga dolorosa y angustiosa que puede dar muchos dolores de cabeza, por lo que es mejor cultivar otras riquezas más duraderas como son nuestros valores, el amor o los sentimientos y las emociones.
Había una vez un hombre que vivía en la pobreza en la India. Tan extrema era su condición que no tenía nada que llevarse a la boca para alimentarse ni tampoco una casa en la que poder pasar las noches. Cada día pedía limosna a la salida de un templo y por las noches se echaba a dormir bajo las estrellas.
Con el tiempo, gracias a la caridad de muchas personas, el mendigo consiguió reunir una pequeña fortuna porque no gastaba nada de lo que recibía. Y, cuando ya se vio con bastante dinero acumulado, empezó a tener problemas para dormir a la intemperie porque tenía miedo de perder su dinero. Desde entonces, cada noche se oía el mismo llanto. « ¡Qué desgracia!», decía sollozando. «Toda la vida pasando penurias para conseguir una fortuna y, cuando por fin la consigues, no puedes vivir tranquilo por miedo a que te la roben», lamentaba.
Esta corta fábula tradicional nos enseña que las fortunas materiales y el dinero, a menudo terminan siendo una carga dolorosa y angustiosa que puede dar muchos dolores de cabeza, por lo que es mejor cultivar otras riquezas más duraderas como son nuestros valores, el amor o los sentimientos y las emociones.