Cuenta la leyenda que el gran dios Zeus cayó prendado por los encantos de una ninfa, Calisto, seguidora de Artemisa, a la que cortejó hasta conseguir seducirla.
Calisto quedó embarazada de Zeus y dio a luz a un niño llamado Arcas.
Hera, esposa de Zeus, enterada de la nueva infidelidad de su marido, se vengó convirtiendo a Calisto en una osa, la osa mayor.
Años después, estando Arcas cazando, se encontró con la osa, a la que se dispuso a abatir.
Zeus, sabiendo que se trataban de madre e hijo quiso evitar el parricidio, por lo que convirtió a Arcas en una cría de oso, la osa menor.
Desde entonces están en la bóveda celeste, la osa mayor eternamente girando alrededor de la osa menor, en actitud protectora hacia su cría.
Pero no acaba ahí la leyenda.
Hera, enfadada por el trato de Zeus hacia las osas otorgándoles la inmortalidad, se sumergió en el mar y pidió a Tethys y Océanos que esos osos nunca pudieran tocar el agua.
Por ese motivo, ambas constelaciones nunca se ponen tras el horizonte, nunca tocan el océano, permaneciendo eternamente a la vista.
Calisto quedó embarazada de Zeus y dio a luz a un niño llamado Arcas.
Hera, esposa de Zeus, enterada de la nueva infidelidad de su marido, se vengó convirtiendo a Calisto en una osa, la osa mayor.
Años después, estando Arcas cazando, se encontró con la osa, a la que se dispuso a abatir.
Zeus, sabiendo que se trataban de madre e hijo quiso evitar el parricidio, por lo que convirtió a Arcas en una cría de oso, la osa menor.
Desde entonces están en la bóveda celeste, la osa mayor eternamente girando alrededor de la osa menor, en actitud protectora hacia su cría.
Pero no acaba ahí la leyenda.
Hera, enfadada por el trato de Zeus hacia las osas otorgándoles la inmortalidad, se sumergió en el mar y pidió a Tethys y Océanos que esos osos nunca pudieran tocar el agua.
Por ese motivo, ambas constelaciones nunca se ponen tras el horizonte, nunca tocan el océano, permaneciendo eternamente a la vista.