Antes de juzgar a una persona mayor por sus limitaciones, recuerda que cada arruga es una
historia, cada paso lento es el
reflejo de una vida recorrida y cada olvido esconde recuerdos que marcaron su alma.
Algún día, si tienes la dicha de llegar a su edad, entenderás que el cuerpo cambia, pero la esencia sigue intacta.
En lugar de impacientarte, ofrece tu comprensión; en lugar de señalar, extiende tu mano.
Porque la vejez no es una carga, es un privilegio que no todos alcanzan.