EL QUE CURABA JOROBAS
Había una vez un médico que se vanagloriaba de ser capaz de mejorar a los jorobados.
–Si un hombre es curvo como un arco, como una tenaza o como un aro, basta con que se dirija a mí para que yo, en un solo día, lo enderece –decía orgulloso a todos los pacientes que le visitaban en su consulta.
Cierto jorobado fue lo suficientemente ingenuo para creer en estas seductoras palabras y se dirigió a él para que lo desembarazara de su pesada joroba.
El charlatán, entonces, cogió dos tablones, colocó uno en el suelo, hizo acostarse encima al jorobado, colocó el segundo tablón encima y, subiéndose sobre este último tablón, pisoteó con todas sus fuerzas a su paciente. El jorobado, ciertamente, quedó derecho, pero murió por aplastamiento debido a la fuerza ejercida por el médico sobre su frágil cuerpo.
Como el hijo del fallecido quiso llevarlo ante la justicia, el charlatán exclamó:
–Mi oficio es el de curar a los jorobados de sus jorobas, yo los enderezo. Que mueran o no, ¡eso a mí no me concierne!
Esta historia nos enseña a tener cuidado con dejarse seducir por falsas promesas porque, al final, puede que se pague un precio muy alto por ello.
Había una vez un médico que se vanagloriaba de ser capaz de mejorar a los jorobados.
–Si un hombre es curvo como un arco, como una tenaza o como un aro, basta con que se dirija a mí para que yo, en un solo día, lo enderece –decía orgulloso a todos los pacientes que le visitaban en su consulta.
Cierto jorobado fue lo suficientemente ingenuo para creer en estas seductoras palabras y se dirigió a él para que lo desembarazara de su pesada joroba.
El charlatán, entonces, cogió dos tablones, colocó uno en el suelo, hizo acostarse encima al jorobado, colocó el segundo tablón encima y, subiéndose sobre este último tablón, pisoteó con todas sus fuerzas a su paciente. El jorobado, ciertamente, quedó derecho, pero murió por aplastamiento debido a la fuerza ejercida por el médico sobre su frágil cuerpo.
Como el hijo del fallecido quiso llevarlo ante la justicia, el charlatán exclamó:
–Mi oficio es el de curar a los jorobados de sus jorobas, yo los enderezo. Que mueran o no, ¡eso a mí no me concierne!
Esta historia nos enseña a tener cuidado con dejarse seducir por falsas promesas porque, al final, puede que se pague un precio muy alto por ello.