Un trabajador estaba empleado en una fábrica de pescado congelado. Un día, mientras hacía su trabajo, accidentalmente cerró la puerta del congelador mientras estaba dentro. Comenzó a gritar pidiendo ayuda, pero la jornada laboral había terminado y ya no quedaba nadie en la fábrica. Al darse cuenta de esto, entendió que estaba a punto de morir congelado.
Sin embargo, en algún momento, el guardia de seguridad de la fábrica abrió la puerta del congelador y lo salvó de una muerte terrible y segura.
El gerente de la fábrica preguntó al guardia:
"" ¿Cómo supiste que el trabajador seguía dentro y no se había ido?""
El guardia respondió:
""Ninguno de los trabajadores me saluda jamás, excepto él. Siempre me sonríe y me pregunta cómo estoy. Ese día, al final del turno, no lo vi ni lo escuché. Lo supe, estaba seguro, que seguía en la fábrica, así que lo busqué hasta que lo encontré.""
Una palabra amable salvó la vida de ese hombre. La bondad deja una huella en las mentes y corazones, derrite incluso el hielo, abre puertas de hierro y puede salvar vidas.
Sin embargo, en algún momento, el guardia de seguridad de la fábrica abrió la puerta del congelador y lo salvó de una muerte terrible y segura.
El gerente de la fábrica preguntó al guardia:
"" ¿Cómo supiste que el trabajador seguía dentro y no se había ido?""
El guardia respondió:
""Ninguno de los trabajadores me saluda jamás, excepto él. Siempre me sonríe y me pregunta cómo estoy. Ese día, al final del turno, no lo vi ni lo escuché. Lo supe, estaba seguro, que seguía en la fábrica, así que lo busqué hasta que lo encontré.""
Una palabra amable salvó la vida de ese hombre. La bondad deja una huella en las mentes y corazones, derrite incluso el hielo, abre puertas de hierro y puede salvar vidas.