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España es el primer país productor y exportador de aceite de oliva a escala mundial, con una media de 590.000 toneladas/año (33% de la producción mundial), según los datos del Consejo Oleicota Internacional. Desde siempre, el aceite de oliva ha sido un producto muy valorado y de gran riqueza, elemento imprescindible de la dieta mediterránea por los grandes beneficios que aporta a nuestra salud. Su producción supone un riesgo ambiental debido al alpechín, un residuo liquido que produce un fuerte impacto medioambiental al ser vertido directamente. Actualmente se están creando alternativas para que disfrutar de un buen aceite de oliva no suponga un perjuicio para nuestro entorno.

El alpechín es un residuo líquido, de color oscuro y con mucha materia en suspensión, que al fermentar produce un olor fétido y la evaporación del agua que contiene es difícil. Su compasión está formada por agua (83,4%), materia orgánica (14,8%) y materia inorgánica (1,8%). El alpechín se produce en la fase de molturación de la aceituna. La molturación es el momento en que las aceitunas son molidas y prensadas a través de diferentes procedimientos que tienen en común ser mecánicos o físicos. La manera tradicional de tratar a los alpechines consistía en enviarlos a las depuradoras urbanas, pero éstas eran incapaces de tratarlos, y se acababan por verter directamente a los ríos. La cuenca del Guadalquivir ha sido una de las grandes perjudicadas históricamente, cuyo vertido total equivalía como media a la contaminación producida por 6,3 millones de habitantes. Para enfrentarse a este problema se han desarrollado diversos proyectos, fruto de investigaciones públicas y privadas. Además, en la actualidad, el Departamento de Medio Ambiente obliga a las industrias aceiteras a tratar los alpechines por uno de estos tres sistemas:

- Balsas de evaporación por evaporación natural del alpechín. Es un procedimiento lento ya que la película creada por el aceite sobre el agua y las partículas en suspensión del alpechín hacen de barrera a la evaporación. Este sistema es económico poro puede provocar plagas de insectos, malos olores y es inviable en zonas con elevada pluviometría.

- Utilización como abono. Se pretenden aprovechar aquellos componentes del alpechín que son favorables para el crecimiento de ciertos vegetales.

- Modernización de los molinos pasando de tres fases a dos. Con los molinos de tres fases es necesario un lavado de éstos con sosa cáustica, generando así mayor volumen de residuo e imposibilitando la recuperación de aceites. Pasando a dos fases el sistema se moderniza, siendo innecesario este lavado y obteniendo un residuo de más fácil separación y eliminación.

Además de estos sistemas se han desarrollado otros procedimientos innovadores que se centran en la eliminación del proceso de formación del residuo y no en su depuración, como por ejemplo el proyecto llevado a cabo por la Confederación Hidrográfica del Guadalquivir a través del cual es posible producir aceite de oliva sin que se forme alpechín gracias a la modificación de la centrífuga horizontal que se usa en el proceso de extracción. Con este cambio sólo se obtiene aceite y orujo y se elimina el tercer elemento, el alpechín. Además, este proceso supone un ahorro de energía adicional sobre el sistema tradicional. El único problema detectado es el aumento de la humedad final del orujo. Otra de las alternativas que han surgido ha sido la instalación de una planta de cogeneración donde además de la producción de electricidad que se vendería a la Red eléctrica, la energía calorífica sobrante se emplearía en la evaporación del agua contenida en los alpechines. Pero actualmente este proyecto no es viable debido a las enormes fluctuaciones en el precio del gasóleo, siendo más lógica la compra directa de energía a la compañía eléctrica que la puesta en marcha de una planta de cogeneración.

La biomasa, combustible energético que se obtiene directa o indirectamente de recursos biológicos, también se puede conseguir a través de los huesos de aceitunas. Sólo con estos residuos de las olivas procedentes de la industria española de aceite, que asciende a 2,5 millones de toneladas anuales, se podría suministrar calor a 1,5 millones de hogares. Si a esa cantidad se le añaden los cuatro millones de toneladas de cáscaras de almendras y pepitas de uva, que produce España y que se pueden utilizar también como combustible, un total de 4,2 millones de viviendas podrían ser caldeadas con esta biomasa. Trescientas viviendas de la ciudad de Madrid confían ya en la biomasa de huesos de aceituna como fuente de energía para su calefacción y agua caliente, sustituyendo otros combustibles como el gas y el petróleo. Según las declaraciones efectuadas a EFE, Juan Manuel Cabello, delegado de Madrid de la empresa Calordom, encargada de la venta y mantenimiento de calderas, destaca de este combustible su carácter ecológico. Además, señala que, a diferencia de los altos precios del gasóleo, que en los últimos años ha duplicado su valor, los huesos de aceituna, y la biomasa en general, no están sujetas a crisis internacionales ni a las decisiones de otros países.