Un espía huye del KGB ruso. A punto de ser capturado, se tropieza con una monja a la que le pide que lo esconda bajo el hábito.
Cuando los agentes del KGB se cruzan con la monja, le preguntan si ha visto a un hombre sospechoso que huye.
La religiosa les informa de que no ha visto a nadie, y los agentes siguen su
camino.
Cuando el peligro ha pasado, el espía sale de debajo del hábito de la monja y dice:
-Gracias, hermana, por haberme salvado de ser capturado por el KGB.
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