las vacas flacas
Son las cuatro y media de la tarde y nadie toma café en el bar 4 Hermanas, en la calle central de Purullena, que por cierto no se parece en nada a Dehesas. Es más grande y ofrece más opciones al visitante, aunque es indudable que también tiene peores vistas.
En el Bar Parada sí que hay algunos clientes habituales, pero tampoco muchos. Abundan las sillas vacías. Su propietaria se lamenta de haberse hecho cargo del negocio justo ahora, "en el peor momento". Comenta que a esas horas, el año pasado, el local estaba lleno y que por eso se atrevió a dar el paso. Ahora tiene que apechugar y esperar tiempos mejores, que en realidad es lo que hacen todos allí.
"De Purullena no habrá ni cincuenta personas trabajando", exagera uno de los parroquianos, al que quitan la palabra sus dos compañeros de fatiga. Se atropellan para dar el parte de calamidades de los últimos meses. "Han echado a gente de la aserradora, de la fábrica de hormigón, del matadero de pollos... Allí, en el matadero, había un ejército trabajando y ya no queda casi nadie", explica otro del trío.
El caso es que, en la reciente época de vacas gordas, Purullena no sólo daba trabajo a los de la tierra, sino a los de sitios cercanos como Guadix o Benalúa. Ahora todo ha cambiado.
Son las cuatro y media de la tarde y nadie toma café en el bar 4 Hermanas, en la calle central de Purullena, que por cierto no se parece en nada a Dehesas. Es más grande y ofrece más opciones al visitante, aunque es indudable que también tiene peores vistas.
En el Bar Parada sí que hay algunos clientes habituales, pero tampoco muchos. Abundan las sillas vacías. Su propietaria se lamenta de haberse hecho cargo del negocio justo ahora, "en el peor momento". Comenta que a esas horas, el año pasado, el local estaba lleno y que por eso se atrevió a dar el paso. Ahora tiene que apechugar y esperar tiempos mejores, que en realidad es lo que hacen todos allí.
"De Purullena no habrá ni cincuenta personas trabajando", exagera uno de los parroquianos, al que quitan la palabra sus dos compañeros de fatiga. Se atropellan para dar el parte de calamidades de los últimos meses. "Han echado a gente de la aserradora, de la fábrica de hormigón, del matadero de pollos... Allí, en el matadero, había un ejército trabajando y ya no queda casi nadie", explica otro del trío.
El caso es que, en la reciente época de vacas gordas, Purullena no sólo daba trabajo a los de la tierra, sino a los de sitios cercanos como Guadix o Benalúa. Ahora todo ha cambiado.