Un fósforo encendido delante de tu rostro
te recuerda que has vuelto.
Intentas retener lo que te trajo
el viento de la tarde,
un aroma de
agua o ropa puesta al sol.
Tus ojos se entretienen en la llama
mientras das unos sorbos de tu taza vacía.
Fuera sigue el diluvio:
"Buenas
noches tristeza".