Señores de las Academias de la Lengua, yo os remito a lo que comentó aquel alcalde motrileño cuando supo que los concejales de su mismo partido le estaban preparando una moción de censura. Los reunió y les dijo: «Me he enterado de que estáis de pollas, dejaos de pollas vayamos a pollas». No tuvo que decir más, todos lo entendieron. Pues eso hay que decir a los que quieren quitar la ‘ll’: dejaos de pollas, vayamos a pollas. Para los granadinos y jienenses está palabra es la más polisémica de todas y rara la conversación en la que no sale a relucir. Tanto es así que ya no la consideramos una palabrota ni pensamos en que puede ser el órgano sexual masculino, sino que es una expresión de lo más corriente. Si un granadino no mete ‘la polla’ en cualquier conversación, por muy seria que sea, es que no merecer ser considerado como tal. Lo mismo que si un jienense no termina su frase con el clásico ‘ni pollas’