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PURULLENA: La boda de los Candongos,...

Entre jirones de niebla,
Y las piedras del camino,
Arrastra el carro la mula,
Maldiciendo su destino.
Es un carro de Gitanos,

De Cales de pura raza,
Y por la lona entreabierta,
La Carmela lo guiaba.
Los herrajes de la mula,
Cascabeles y el bruñido,
Tintinean con los hoyos,

Entre los canchos y el río.
La esencia de los gitanos,
Camina por la mañana,
Junto a la lona del carro,
La Carmela lo llevaba.
La llaman la re bonita,

Por ser Calé con mil gracias,
Con cara de noche y luna,
Y el embrujo de su raza.
Su madre, la mira y mira,
Sentada junto a la vara,
Mientras el carro camina,
Desde el ocaso hacía el alba.

Con el andar de las ruedas,
Las pezoneras reclaman,
La grasa de sus quejidos,
Con chirridos de sus ansias.
Con cadencia de caminos,
La caravana se afana,
Mezclando su caminar,
Entre los canchos y jaras.

Cuando la noche esta cerca,
Es cuando el carro se para,
Y se alumbran las hogueras,
Con maderas y retamas.
Ya murmura el campamento,
Con el humo y con las brasas,
Que cuecen para la cena,
Una puchera con habas.

Candongo contra una piedra,
Afilando esta la faca,
Entonando entre los humos,
Sus quejidos de garganta.
Hay olores de jarales,
Entre los canchos de plata,
Es la noche del embrujo,
Noche de luna muy clara.
Un taranto que se siente,
Con rasgueo de guitarra,

En la noche sarracena,
Acallando a las cigarras.
Las manos con el palmeo,
En el ritmo se empalagan,
Meciendo los sentimientos,
Con corazón en sus almas.
La Carmela está bailando,
Con remolinos de falda,

Pisando sus pies desnudos,
El polvo que ella levanta.
Candongo con un quejido,
Con arrugas en su cara,
Lanza al aire su lamento,
Que las sombras arrebatan.

Porque quiere a la Carmela,
Por ser bonita y con gracia,
Pretendiendo los amores,
De la gitana que baila.
En las pautas del silencio,
Con aromas de las habas,
Se reflejan las pasiones,
Entre greñas de gitanas.

El aire extiende la voz,
De Carmelita que canta,
Un manto tiende la noche,
Entre el humo de las llamas.
Oscuridad del misterio,
Con los ojos que arrebatan,
Al Candongo por los celos,
De su faja, la navaja.

Y esa lid entre gitanos,
De rojo la sangre paga,
Con sonrisa de la muerte,
Por acero de la faca.
El respeto por la fuerza,
Es la justicia gitana,
La que sana las heridas,
Con las frentes agachadas.

Un perro ladra en la noche,
Entre el croar de las ranas,
Mientras la luna vigila,
El campamento de plata.
Prometido está Candongo,
Con promesa y juramento,
Con Carmelita la guapa,
Con una rosa en el pelo.
La ceremonia con ritos,
Se celebra en cumplimiento,
Y la boda entre gitanos,
Se viste de sentimientos.
El puchero que se rompe,
Rasgones de camisetas,
Los gritos del alborozo,
Se sienten en las hogueras.

La boda de los Candongos,
Con cánticos se celebra,
Mientras corre el vino viejo,
En las entrañas sin cena.
En el nido de su carro,
Entre el amor y la pena,
Entre el sudor de dos cuerpos,
Entre olores de canela.
Fuera con tiento y fandangos,
Se calientan las ideas,
En quejidos de guitarra,
Como lo pide la tierra.
Cante hondo entre jarales,
Gritos de fuentes vaqueras,
Rincones del alabastro,
De rostros finos de piedra.
Es el misterio gitano,
El honor de su nobleza,
De picaresca finura,
Con sangre de Macarena.
Al nacimiento del alba,
Cuando la luna se acuesta,
Se recogen los avíos,
Para vagar por la tierra.
En el pescante, Candongo,
Con el mechón de sus greñas,
Tapando sus verdes ojos,
De felicidad completa.
Una gitana matrona,
Que sale de la carreta,
Enseña la tela blanca,
Manchada de sangre fresca.
Respuestas ya existentes para el anterior mensaje:
La sabana de la noche,
La Carmelita contempla,
Y se la muestra a Candongo,
Con alaridos de fiesta.
El Candongo con la mano,
Se rasga la camiseta,
Gritando al aire y al cielo,
Su felicidad completa.
La Carmela es levantada,
A hombros por la vereda, ... (ver texto completo)