PURULLENA: cuanto hay que sufrir, para morirse uno ¡

Quiero compartir con vosotros un, digamos, romance, de un hombre de Purullena que tuvo que emigrar en los años a 60 a Suiza y después a Alemania. En una conversación en la plaza me dijo que tenía escrita la peripecia de su viaje a Alemania a finales de los 60 y me dejó su 'poesía', como la llamaba él. Espero que os guste. Él murió hace uos dos años, creo, que su testimonio queda para siempre.

“RUSSELSHEIM, A 13 DE JUNIO DE 1969

‘Dedicada a todos los emigrantes españoles
de ayer, hoy y mañana…’

Les voy a contar a ustedes
un viaje de emigración,
ponga atención si quiere,
que quebranta el corazón.
El nueve de junio
del año sesenta y nueve
se despeja mi memoria
y sobre una ruta copio.
Es fecha muy señalada
que no la podré olvidar,
me levanté de mi cama
dispuesto para emigrar.
Mis hijas placían su sueño,
su madre las despertó
a que me dieran un beso,
un abrazo y un adiós.
A las siete de la mañana
partí de mi residencia
a la parada de taxis
de Purullena, Granada.
La estación estaba llena
de una multitud de hombres,
algunos de la ciudad,
otros de pueblos limítrofes.
Unos lloran y otros ríen,
otros hablan cabizbajos
esperando la salida
de los coches de Purullena.
Ya llega la triste hora,
del indeseado despido
de amigos y familiares
y de los seres queridos.
Un hijo me dice: padre,
no nos olvidará usted,
y no olvide a nuestra madre
por una mujer infiel.
Esas palabras las tengo
clavadas en mi corazón,
demostraré al mundo entero,
ser un buen español.
Salimos de Purullena
a las siete de la mañana
y llegamos a las nueve
a la ciudad de Granada.
Todos fuimos desfilando
al centro de emigración
a recoger el contrato
y el pasaporte español.
Luego bajamos en grupos
todos al ferrocarril
porque a las dos de la tarde
salía el tren para Madrid.
Ya llegamos a Madrid,
de España, su capital,
y en autocares nos llevan
a emigración nacional.
Nos dan billete directo
para tierras federales,
un manual del dialecto
y unos consejos verbales.
Seguimos en autocar
para la estación del norte,
que salía un tren especial
a las nueve de la noche.
En puertas y ventanillas
del tren de la expedición,
en letras grandes decía:
“reservado a emigración”.
Y a la hora señalada
efectúa su salida
con destino Irún-Hendaya
que llegó al siguiente día.
Cruzamos nuestras fronteras,
cogimos el tren francés,
dijimos: adiós España,
cuándo te volveremos a ver.
En todos nuestros trayectos
van jefes de expediciones
que por medio de altavoces
van dando estas instrucciones:
“Preparen los pasaportes,
la frontera se aproxima,
respeten a las señoras,
pasen por la comida”.
Y así transcurre el día once
en territorio francés,
pero echando atrás kilómetros
devorados por el tren.
Se sube la policía
a efectuar la inspección
y a dar la entrada y salida
de nación a otra nación.
De ahí a muy poca distancia
se para el tren otra vez,
en la estación de Zweibrucken
formamos de tres en tres.
El jefe de expedición
va nombrando los contratos,
y destinando a los hombres
a sus puntos de trabajo.
Contrato seiscientos nueve
con destino a la Opel,
cojan todo su equipaje
y salud y suerte, señores.

Ya abandonamos el tren,
y otra vez en autocares
haciendo un gran recorrido
finaliza este viaje.
Hemos llegado a Alemania
a la empresa de la Opel,
cada uno en su trabajo,
todos fabricamos coches.
Dentro de las residencias
todo está bien ordenado,
pero las camas literas
son igual que de soldados.
Tengo que hacerme la cama,
las comidas y fregar,
lavar y coser la ropa
después de ir de trabajar.
Mi esposa desde la patria
me escribe de corazón
que me marche para España
y corte la emigración.
Y yo le digo a mi esposa:
eso no lo debo hacer,
yo he de seguir emigrando
hasta morir o vencer.
Pues aquí en las residencias
hay hombres de toda España,
de Yugoslavia, de Grecia,
de Turquía y de Italia.
Unos cantan, otros bailan,
otros tocan la guitarra,
otros están pensativos
al verse en tierras extrañas.
Se lleva muy cuesta arriba
por no saberse explicar,
otro gallo cantaría
si supiéramos hablar.
Es duro de comprender
el idioma del país,
lo primero que se aprende
es cómo se sufre aquí.
Voy a terminar la historia
dando fin a esta misión.
esta vida hay que llevarla
con mucha resignación.
El que no sepa llevarla
o no la pueda aguantar
que se marche para España
que muchos se han ido ya.
Muchos se han ido al instante
por su causa o su razón,
para ser un emigrante
hay que ser fuerte en valor.
El autor de esta poesía
es emigrante español,
suerte les desea en la vida
y en el regreso a la nación.
Soy emigrante español,
de la provincia de Granada,
por nombre tengo Torcuato,
mis niños Sierra Tejada.”
Disfrutadla como la disfruté yo en su momento.
Un saludo desde Getafe a todos los emigrantes y residentes de Purullena.

cuanto hay que sufrir, para morirse uno ¡