He leído en Twitter (por cierto: ya estoy tuiteao: #ReyNazari) que definir la “malafollá” es como intentar definir un color.
Tal cosa no es posible, ya que es un sentimiento (la malafollá, no el color), una forma de ser inherente al “yo” granaíno, aunque sí se puede poner un ejemplo:
A una barbería del Raleho llega un granaíno a cortarse el pelo.
El barbero, como buen profesional, empieza por hablar del tiempo de perros que tenemos estos días, -que vamos a tener que bajar buceando al Veleta– dice con sorna.
A continuación despotrica contra Rajoy, Urdangarín, Pepiño Blanco y -tó la patolea de sinvergüenzas que muh roban y roban-.
Pasó luego a contar unos chistes (malísimos, por cierto), verdes como la yerbagüena.
- Y el Graná, qué. Lavín, compae que partiaso el otro día ni pollas, ¿no?
Y así, de un tema a otro, fue preparando el sillón, y todos los utensilios de pelar.
Después, ya dispuesto el lugar, le pregunta al cliente:
- ¿Cómo quiere que le corte el pelo?
El susodicho, sin perder el aplomo ni la compostura y en voz bajita, responde:
- En silencio.
Todo ello viene a decir que el granaíno (y su malafollá) es ingenioso a la par que sarcástico y punzante. Tira a dar, pero siempre, siempre, con buen humor. No se calla nada y te lo espeta a boca de jarro, pero, como aquél quien dice, sin acritú.
Mantengamos, granaínos todos, esa malafollá que nos infunde nuestra idiosincrasia, y que nos diferencia de quien no sabe saborear la vida, ni ná.
PÁSALO Y QUE NOS CONOZCAN
Tal cosa no es posible, ya que es un sentimiento (la malafollá, no el color), una forma de ser inherente al “yo” granaíno, aunque sí se puede poner un ejemplo:
A una barbería del Raleho llega un granaíno a cortarse el pelo.
El barbero, como buen profesional, empieza por hablar del tiempo de perros que tenemos estos días, -que vamos a tener que bajar buceando al Veleta– dice con sorna.
A continuación despotrica contra Rajoy, Urdangarín, Pepiño Blanco y -tó la patolea de sinvergüenzas que muh roban y roban-.
Pasó luego a contar unos chistes (malísimos, por cierto), verdes como la yerbagüena.
- Y el Graná, qué. Lavín, compae que partiaso el otro día ni pollas, ¿no?
Y así, de un tema a otro, fue preparando el sillón, y todos los utensilios de pelar.
Después, ya dispuesto el lugar, le pregunta al cliente:
- ¿Cómo quiere que le corte el pelo?
El susodicho, sin perder el aplomo ni la compostura y en voz bajita, responde:
- En silencio.
Todo ello viene a decir que el granaíno (y su malafollá) es ingenioso a la par que sarcástico y punzante. Tira a dar, pero siempre, siempre, con buen humor. No se calla nada y te lo espeta a boca de jarro, pero, como aquél quien dice, sin acritú.
Mantengamos, granaínos todos, esa malafollá que nos infunde nuestra idiosincrasia, y que nos diferencia de quien no sabe saborear la vida, ni ná.
PÁSALO Y QUE NOS CONOZCAN