Buenos dias Enrique. Muy bonito to poema, me encanto, Que pases muy buen dia y feliz noche de San Juan que se cumplan todos tus deseos. Un saludo y hasta luego
Gracias mujer, que las er negías mágicas de esta noche te acompañen y tus deseos se cumplan también, un abrazo ¡
La historia de cien mil murciélagos que decidieron ser gaviotas. (Capitulo 1º)
Había una vez cien mil murciélagos metidos en una cueva de 35 metros cuadrados. Y como andaban un poco hartos unos de otros y de tanta nocturnidad, un buen día decidieron convertirse en gaviotas. Sabían que vivía una bruja en el bosque, y fueron los cien mil a visitarla. Pero resulta que la bruja se acojonó al ver tanto murciélago y les tiró ratibrón y los mató a todos.
En el mismo bosque andaba una pareja de erizos, felizmente casada de penalty. Moraban en una madriguerilla a la que llamaban Villa Puercospín, elegantemente decorada con cuadros de Miró.
El cabeza de familia, Espinazo, era todo un machote, y su mujer, Espinilla, la más deseada del barrio. Eran la típica pareja de vecinos que son guapos, ricos y con estilo, y a los que siempre les deseas que les pase algo malo, porque eres un envidioso de mierda. Los dos eran negros, muy negros, y el día que nació Espinete, que así le llamaron, el padre no se acababa de creer que le hubiera salido rosa, como el butanero. Espinilla le decía que era normal en los bebés, que ya cambiaría de color con el tiempo.
Pero pasaban los años y Espinete seguía siendo rosa, y Espinazo, el machote entre los machotes, veía como los vecinos y demás gente se reían y murmuraban cuando él pasaba. Así que Espinete nunca encontró amor en su padre. Además había salido enquencle, muy pequeñito, no como papi.
Cuando Espinete se fue haciendo mayor decidió irse de casa, y buscar aventuras. Un día, paseando por el bosque, encontró a una zorra entre el follaje, y se hicieron muy amiguitos. Cada mañana veían salir el sol, paseaban entre las flores, perseguían mariposillas... Al mediodía comían alguna que otra verdurilla, porque matar animales era cruel, se bañaban en el río y se hacían coronas con los capullos de las flores... Al atardecer veían ponerse el sol mientras ella posaba su cabeza sobre los hombros de él, y se contaban historias de países lejanos y exóticos... A la noche, cenaban más verduras y florecillas, y después, chingaban como locos.
Y Espinete era feliz lejos del ambiente familiar, porque había encontrado el verdadero amor. Pero un día el príncipe Harry vino montado de rojo sobre un caballo, con una esvástica en el brazo, y un porro en la boca, y disparó a la zorra delante de los ojos de nuestro pobre Espinete. Después la cogió, mientras berreaba como un loco y se la llevó en su caballo. Espinete no supo reaccionar y tuvo que esconderse entre la maleza.
Desde aquel fatídico día, a Espinete sólo lo veíamos tirado en las barras de los bares, pidiendo más y más whisky. Siempre se echaba la culpa por no haber hecho nada por salvar a su amada. Y pasaba las noches llorando en alguna esquina, maldiciendo su vida, la de sus padres y la del príncipe Harry.
Continuará...........
Había una vez cien mil murciélagos metidos en una cueva de 35 metros cuadrados. Y como andaban un poco hartos unos de otros y de tanta nocturnidad, un buen día decidieron convertirse en gaviotas. Sabían que vivía una bruja en el bosque, y fueron los cien mil a visitarla. Pero resulta que la bruja se acojonó al ver tanto murciélago y les tiró ratibrón y los mató a todos.
En el mismo bosque andaba una pareja de erizos, felizmente casada de penalty. Moraban en una madriguerilla a la que llamaban Villa Puercospín, elegantemente decorada con cuadros de Miró.
El cabeza de familia, Espinazo, era todo un machote, y su mujer, Espinilla, la más deseada del barrio. Eran la típica pareja de vecinos que son guapos, ricos y con estilo, y a los que siempre les deseas que les pase algo malo, porque eres un envidioso de mierda. Los dos eran negros, muy negros, y el día que nació Espinete, que así le llamaron, el padre no se acababa de creer que le hubiera salido rosa, como el butanero. Espinilla le decía que era normal en los bebés, que ya cambiaría de color con el tiempo.
Pero pasaban los años y Espinete seguía siendo rosa, y Espinazo, el machote entre los machotes, veía como los vecinos y demás gente se reían y murmuraban cuando él pasaba. Así que Espinete nunca encontró amor en su padre. Además había salido enquencle, muy pequeñito, no como papi.
Cuando Espinete se fue haciendo mayor decidió irse de casa, y buscar aventuras. Un día, paseando por el bosque, encontró a una zorra entre el follaje, y se hicieron muy amiguitos. Cada mañana veían salir el sol, paseaban entre las flores, perseguían mariposillas... Al mediodía comían alguna que otra verdurilla, porque matar animales era cruel, se bañaban en el río y se hacían coronas con los capullos de las flores... Al atardecer veían ponerse el sol mientras ella posaba su cabeza sobre los hombros de él, y se contaban historias de países lejanos y exóticos... A la noche, cenaban más verduras y florecillas, y después, chingaban como locos.
Y Espinete era feliz lejos del ambiente familiar, porque había encontrado el verdadero amor. Pero un día el príncipe Harry vino montado de rojo sobre un caballo, con una esvástica en el brazo, y un porro en la boca, y disparó a la zorra delante de los ojos de nuestro pobre Espinete. Después la cogió, mientras berreaba como un loco y se la llevó en su caballo. Espinete no supo reaccionar y tuvo que esconderse entre la maleza.
Desde aquel fatídico día, a Espinete sólo lo veíamos tirado en las barras de los bares, pidiendo más y más whisky. Siempre se echaba la culpa por no haber hecho nada por salvar a su amada. Y pasaba las noches llorando en alguna esquina, maldiciendo su vida, la de sus padres y la del príncipe Harry.
Continuará...........