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PURULLENA: La historia de cien mil murciélagos que decidieron...

Buenos dias Enrique. Muy bonito to poema, me encanto, Que pases muy buen dia y feliz noche de San Juan que se cumplan todos tus deseos. Un saludo y hasta luego

Gracias mujer, que las er negías mágicas de esta noche te acompañen y tus deseos se cumplan también, un abrazo ¡

una feliz noche a todos menos a los dadores por culo, esos que se acuestennnn ¡

La historia de cien mil murciélagos que decidieron ser gaviotas. (Capitulo 2º)

ESTABAMOS LEYENDO AYER: La verdadera historia de cien mil gaviotas que querían ser murciélagos... ¿o era al reves?
Sigamos con la historia....
Espinete veía como su vida y su salud física y mental quedaban para siempre ligadas a la del príncipe Harry.....
Un día apareció un tipo por ahí, rubio, alto y bien presentado. Se llamaba por su nombre, que era el que iba delante de los apellidos. Tenía una extraña afición por meterse talco en la nariz, y un buen día empezó a hablar con Espinete sobre esto y lo otro, y se hicieron compañeros de farras. Una noche conocieron a algo que se hacía llamar Don Pimpón, un tipo enorme, un pesao de narices, que siempre estaba metiéndoles ideas raras a Chemari y a Espinete. La revolución, esto y lo otro. Pero Chemari y el rosa preferían salir de juerga y pasaban de él. Un buen día, que fueron de putas, Espinete pilló ladillas, y se tenía que pasar el día despelotado, para que el airecillo le aliviara un poco el picor, y de noche se ponía camisón, para que las ladillas no invadieran las sábanas, porque Espinete sólo tenía un juego de sábanas, en cambio camisones le sobraban. Con el tiempo, una vez curado de las ladillas, no abandonó la costumbre, al igual que un pato al que conoció en un puticlub, que se hacía llamar Donald, que cuando iba por ahí sólo se ponía camiseta, y de noche también se tapaba con el camisón, por que su tío, que era un avaro de cojones, no le daba más que para un único juego de sábanas. Y si de día no se sacaba la camiseta, era porque tenía complejo de tetudo.
A Espinete al principio le daba igual su cuerpo y el rollo este de cuidarse y tal y cual, pero tenía una idea en mente, y para llevarla a cabo, tenía que comer muchos petisuis.
Y le dijeron que empezara a hacer pesas. Así que pilló barras, pesos y tornillos y arandelas y fabricó unas pesas guapísimas. Y como le quedaban chulas, fue haciendo más y más pesas. Chemari veía que el chaval hacía pesas sin parar, pero no se fortalecía, así que fueron al médico, y les preguntó: ¿Pero usté realmente hace pesas? Y Espinete dijo que hacía pesas como un loco, y Chemari dijo que era verdad, que él era testigo. Entonces el médico le dijo que a lo mejor si hiciera mucha bicicleta... Y Espinete compró ruedas y tornillos y arandelas y frenos y cachos de hierro y se puso a hacer todas las bicicletas que su economía le permitía. Pero nada. Seguía estando igual de mierdecilla.
Y Don Pimpón les dijo que lo mejor para ponerse fuerte era hacer mucha escalada. Y Espinete pensó que como Don Pimpón siempre estaba borracho, a lo mejor habría querido decir escalera. Y se puso a hacer escalada por los montes y se puso hecho un toro. Llegó a medir dos metros y medio, aunque dicen que la tele engorda mucho. Y por fin, un buen día, se llevó a Chemari a su pueblo, a ver a sus padres, porque llegaba con la idea de que su padre lo viera hecho todo un machote y le quisiera por una vez en su vida.