Escribo estas líneas para agradecer a Allah, el único dios, todo lo que ha hecho en mi favor.
Señor, tú sabes mejor que nadie que mi vida no tiene sentido si no es sobre la base de la manipulación y el engaño, y, sobre todo porque no puedo remediar apropiarme del patrimonio ajeno.
Todos saben cuán doloroso fue tener que devolver aquella humilde morada que había mantenido durante décadas en mi poder, máxime cuando ni siquiera me dejaron aquel acogedor rinconcito para un kiosko, ni vendersela a sus legitimos dueños. Aquella experiencia fue más humillante y sonada que la que vivió el primo Boabdil cuando tuvo que entregar las llaves de la ciudad de Granada.
Pero yo sabía que tú, Señor, me recompensarías de algún modo, y el día de mi desagravio ha llegado, por eso te estoy eternamente agradecido por poner en mi mano las llaves de la Gran Mezquita de´esta villa. Así, de este modo extenderé los tentáculos de mi (mala) influencia política al terreno de la Fé, y cuando les haga a todos un buen lavado de cerebro, sólo creerán en mi palabra, la del Profeta manipulador, y me convertiré de nuevo en la única voz que representa al pueblo, como en aquellos maravillosos años en los que yo era el falangista más aclamado.
Saludos,
Mahoma.
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