Añoranza me parece una muy buena idea esa que planteas de ir al pueblo en Semana Santa, es la mejor época del año para ir allá. Ya ha pasado el frío invernal (aunque este año el frío como que no viene; nos vamos a comer los mantecaos en mangas de camisa) y todavía no han llegado los calores. Además, creo que este año la Semana Santa es en marzo, mes ideal desde el punto de vista metereológico.
Yo, hace muchos años que no voy en ese tiempo a Zagra. Sin menospreciar los tronos y la devoción en el pueblo, vivo en un sitio, Málaga, en donde la Semana Santa tiene fama por sus tronos y el ambiente (por cierto, nada devocional en general, pero lleno de colorido y vistosidad) que hacen que mis preferencias y las de mi familia se decanten por esta ciudad. Tengo la suerte de estar, relativamente cerca del pueblo, y en cualquier momento nos desplazamos para pasar el día, viendo familia, paisanos y entorno, que tanto nos llena y nos complace.
Añoranza, he puesto esa foto de cabecera porque, cuando era adolescente, no había una Semana Santa en que no aprovechara esas vacaciones para subir al castillo y perderme entre las piedras y matojos, pretendiendo encontrar no sé qué tesoro, sin darme cuenta que ese tesoro era, precisamente, el pasearme por su entorno. ¡Claro eso lo descubrí después!.
Un saludo, suerte. E. G.
Yo, hace muchos años que no voy en ese tiempo a Zagra. Sin menospreciar los tronos y la devoción en el pueblo, vivo en un sitio, Málaga, en donde la Semana Santa tiene fama por sus tronos y el ambiente (por cierto, nada devocional en general, pero lleno de colorido y vistosidad) que hacen que mis preferencias y las de mi familia se decanten por esta ciudad. Tengo la suerte de estar, relativamente cerca del pueblo, y en cualquier momento nos desplazamos para pasar el día, viendo familia, paisanos y entorno, que tanto nos llena y nos complace.
Añoranza, he puesto esa foto de cabecera porque, cuando era adolescente, no había una Semana Santa en que no aprovechara esas vacaciones para subir al castillo y perderme entre las piedras y matojos, pretendiendo encontrar no sé qué tesoro, sin darme cuenta que ese tesoro era, precisamente, el pasearme por su entorno. ¡Claro eso lo descubrí después!.
Un saludo, suerte. E. G.
