Dios, voy a ir al médico enseguida. Algo debo tener en mi discurso que lo hace terriblemente equivocado. No sé, empiezo a pensar que no sé expresarme con la claridad que pretendo. Entre otras cosas, porque el bueno de EG ha interpretado mi mensaje como de bucólica mirada al pasado, cuan composición virgiliana se tratara. ¡Qué lejos de mi propósito!
Otra aclaración que me intenta hacer, esta vez de terminología, en cuanto a la diferencia entre emigración e inmigración. Y te digo, amigo EG, que lo que me interesa en este caso es el punto de vista del inmigrante, del inmigrante andaluz y concretamente, por el lugar que nos ocupa, del zagreño. Todo emigrante termina siendo inmigrante (vaya descubrimiento), y algunos lo serán de por vida si siguen manteniendo sus costumbres y el amor a su tierra estén donde estén. Uno no es de donde trabaja, sino de quien lo ha parido. Qué bien me han comprendido Loli y Maite, tal vez porque ellas sí han vivido esa situación de desgarro al que yo hacía referencia. Lo que tú cuentas en tu intervención, amigo EG, parece que estés hablando de una simple excursión. Das la impresión que ni has sido inmigrante ni lo has padecido. Te felicito. Mejor para ti.
Por lo tanto sigo dirigiéndome a quienes realmente vivieron esta trágica situación que, al margen de buscar el propósito de encontrar una vida mejor, tuvieron que dejar una tierra que, aún llena de dificultades, era la que los había parido. Tampoco allí lo esperaban con las llaves de un piso y el contrato de un sueldo estupendo y de por vida. Te recuerdo Sor Añoranza que los emigrantes andaluces, al igual que los marroquíes o sudamericanos ahora, cogían los trabajos que los autóctonos no estaban dispuestos a realizar. Y que frente a eso que tú cuentas de los jornaleros en la plaza de Zagra, se juntaban en otros lugares de Cataluña, País Vasco o Madrid, para ser reclamados en trabajos, de sol a sol o luna a luna, y no en mejores condiciones y tal vez con muchos menos miramientos.
La vida ha cambiado mucho desde entonces y en esa convicción todos hemos evolucionado. Los que se fueron pueden ver también esa evolución en los que se quedaron. Caminos diferentes, sin duda, pero los que se vieron obligados a irse, siempre tendrán el vacío que dejó el desgarro de dejar su tierra, sus costumbres, sus amigos o su cultura.
Quien no tiene conciencia de sus raíces pronto está dispuesto a abrazar la cultura de la tierra de acogida, incluso a repudiar de la suya si con ello considera que la “integración” le merece la pena al considerar que también le proporcionará el sentimiento de pertenencia a otra clase social. Eso le ha pasado a algunos inmigrantes andaluces, siempre los más pobres de espíritu y más incultos.
Quienes son conscientes de su cultura, de su hecho diferencial, hará todo lo posible por mantener sus costumbres, su estilo de vida y su cultura, vaya donde vaya.
El inmigrante tiene muchos recursos adaptativos, pero todos ellos pasan por afrontar un conflicto cultural que se produce siempre entre lo que trae de su lugar de origen y lo que se encuentra en el lugar de destino. Cuando el hecho diferencial sea mayor, mayor será también la resistencia. Por eso la inmigración actual tiene muchas más dificultades de adaptabilidad cuando su hecho diferencial y cultural y hasta religioso es tan distinto al nuestro.
Me queda esperar ahora cómo interpretaran este mensaje el bucólico y bueno de EG y Sor Añoranza del Niño Jesús. Yo, EG, siempre tengo temor a equivocarme, y te diré que muchos andaluces emigraron por huir de la miseria más terrible. Dices que “siempre se produce un cierto trauma al cambio de domicilio a otros lugares”. Madre mía, que manera más simplista de hablar de la emigración. Parece que estás hablando de un funcionario cualquiera. Pobres, ahora que les van a quitar el 5% del sueldo.
Que tengan un feliz fin de semana todos, incluidos los funcionarios.
Kiko
Otra aclaración que me intenta hacer, esta vez de terminología, en cuanto a la diferencia entre emigración e inmigración. Y te digo, amigo EG, que lo que me interesa en este caso es el punto de vista del inmigrante, del inmigrante andaluz y concretamente, por el lugar que nos ocupa, del zagreño. Todo emigrante termina siendo inmigrante (vaya descubrimiento), y algunos lo serán de por vida si siguen manteniendo sus costumbres y el amor a su tierra estén donde estén. Uno no es de donde trabaja, sino de quien lo ha parido. Qué bien me han comprendido Loli y Maite, tal vez porque ellas sí han vivido esa situación de desgarro al que yo hacía referencia. Lo que tú cuentas en tu intervención, amigo EG, parece que estés hablando de una simple excursión. Das la impresión que ni has sido inmigrante ni lo has padecido. Te felicito. Mejor para ti.
Por lo tanto sigo dirigiéndome a quienes realmente vivieron esta trágica situación que, al margen de buscar el propósito de encontrar una vida mejor, tuvieron que dejar una tierra que, aún llena de dificultades, era la que los había parido. Tampoco allí lo esperaban con las llaves de un piso y el contrato de un sueldo estupendo y de por vida. Te recuerdo Sor Añoranza que los emigrantes andaluces, al igual que los marroquíes o sudamericanos ahora, cogían los trabajos que los autóctonos no estaban dispuestos a realizar. Y que frente a eso que tú cuentas de los jornaleros en la plaza de Zagra, se juntaban en otros lugares de Cataluña, País Vasco o Madrid, para ser reclamados en trabajos, de sol a sol o luna a luna, y no en mejores condiciones y tal vez con muchos menos miramientos.
La vida ha cambiado mucho desde entonces y en esa convicción todos hemos evolucionado. Los que se fueron pueden ver también esa evolución en los que se quedaron. Caminos diferentes, sin duda, pero los que se vieron obligados a irse, siempre tendrán el vacío que dejó el desgarro de dejar su tierra, sus costumbres, sus amigos o su cultura.
Quien no tiene conciencia de sus raíces pronto está dispuesto a abrazar la cultura de la tierra de acogida, incluso a repudiar de la suya si con ello considera que la “integración” le merece la pena al considerar que también le proporcionará el sentimiento de pertenencia a otra clase social. Eso le ha pasado a algunos inmigrantes andaluces, siempre los más pobres de espíritu y más incultos.
Quienes son conscientes de su cultura, de su hecho diferencial, hará todo lo posible por mantener sus costumbres, su estilo de vida y su cultura, vaya donde vaya.
El inmigrante tiene muchos recursos adaptativos, pero todos ellos pasan por afrontar un conflicto cultural que se produce siempre entre lo que trae de su lugar de origen y lo que se encuentra en el lugar de destino. Cuando el hecho diferencial sea mayor, mayor será también la resistencia. Por eso la inmigración actual tiene muchas más dificultades de adaptabilidad cuando su hecho diferencial y cultural y hasta religioso es tan distinto al nuestro.
Me queda esperar ahora cómo interpretaran este mensaje el bucólico y bueno de EG y Sor Añoranza del Niño Jesús. Yo, EG, siempre tengo temor a equivocarme, y te diré que muchos andaluces emigraron por huir de la miseria más terrible. Dices que “siempre se produce un cierto trauma al cambio de domicilio a otros lugares”. Madre mía, que manera más simplista de hablar de la emigración. Parece que estás hablando de un funcionario cualquiera. Pobres, ahora que les van a quitar el 5% del sueldo.
Que tengan un feliz fin de semana todos, incluidos los funcionarios.
Kiko