Argaz, con mucho gusto te voy a explicar alguno.
LAS CAETILLAS: es como le llamábamos a las tapas de las cervezas. El juego era entre dos niños y consistía en que cada niño ponía una caetilla (tapa) en el suelo, una frente a la otra, unos 15 cm., cada niño, alternativamente, le iba dando con el dedo índice curvado, a la chapa para irla acercando poco a poco. Cuando estaban cerca una chapa de la otra, el que le tocara mover, intentaba montar una caetilla sobre otra. Si lo conseguía, le ganaba la caetilla al otro niño, y si no, el otro niño repetía la acción hasta que alguno de los dos conseguía montar una chapa sobre la otra. Al final del juego había niños que llenaban los bolsillos de caetillas ganadas. El juego terminaba cuando alguno de los niños se quedaba sin ellas o su madre le llamaba para que se volviera a su casa. La explicación de este juego me resulta muy difícil, mejor es jugarlo.
A la noche te explicaré otro, ahora no puedo. Un saludo. E. G.
LAS CAETILLAS: es como le llamábamos a las tapas de las cervezas. El juego era entre dos niños y consistía en que cada niño ponía una caetilla (tapa) en el suelo, una frente a la otra, unos 15 cm., cada niño, alternativamente, le iba dando con el dedo índice curvado, a la chapa para irla acercando poco a poco. Cuando estaban cerca una chapa de la otra, el que le tocara mover, intentaba montar una caetilla sobre otra. Si lo conseguía, le ganaba la caetilla al otro niño, y si no, el otro niño repetía la acción hasta que alguno de los dos conseguía montar una chapa sobre la otra. Al final del juego había niños que llenaban los bolsillos de caetillas ganadas. El juego terminaba cuando alguno de los niños se quedaba sin ellas o su madre le llamaba para que se volviera a su casa. La explicación de este juego me resulta muy difícil, mejor es jugarlo.
A la noche te explicaré otro, ahora no puedo. Un saludo. E. G.
Otro juego que hacía las delicias de los niños era el "pas pas, listo". Pas pas es el sonido de una pistola y listo, significaba que estabas muerto. Como a penas teníamos juguetes, lo hacíamos directamente con el dedo imitando el movimiento del gatillo de una pistola. La idea era que entre dos niños, a ver quien mataba a quien. Se jugaba principalmente en la plaza, y su sitio perfecto eran los quioscos. Un niño se ponía en una esquina de un quiosco y el otro niño en la esquina del quiosco opuesto. Cada uno se andaba escondiendo del otro y al mismo tiempo intentaban sorprenderse. Cuando uno sorprendía a otro, a bocajarro, decía: ¡pas pas, listo! y quedaba eliminado el muerto.
Ese era uno de los juegos preferidos en las tardes-noches de la plaza, sobre todo cuando hacía buen tiempo. Recuerdo que nos juntábamos decenas de niños jugando a lo mismo y convertíamos la plaza en un auténtico campo de batalla y todo esto, entre los mayores que al oscurecer se ponían, haciendo corrillos, en la plaza a hablar de los asuntos del trabajo del campo; la cosa se ponía tan concurrida y escandalosa que a penas se podía atravesar la plaza, y más de un niño se ganó algún que otro coscorrón por parte de los mayores por no dejarlos tranquilos.
Otro juego muy solicitado era echar el trompo. Había auténticos artistas en el arte de hacerlo girar. Se organizaban apuestas entre los niños para ver qué trompo estaba más tiempo girando.
Añoranza ha anotado un juego con el que yo me sentía particularmente feliz, llevar la rueda de hierro con el guiaor. Con él nos sentíamos conductores de vehículos y recorríamos las calles corriendo a la par de la rueda intentando en todo momento controlarla para evitar que cayera al suelo. Me acuerdo, como si fuera ayer mismo, cuando estaban asfaltando la calle Real por primera vez que los niños alucinábamos llevando la rueda por las zonas ya asfaltadas y comprobando lo bien que rodaba sobre la superficie llana.
Cada época del año tenía sus juegos propios y los niños hacíamos de la calle nuestro lugar de encuentro sin más limitación que la que nos ponían nuestros padres y a veces hasta los desobedecíamos porque nuestro sentido del juego y de pertenencia a grupo era superior a todo.
Un saludo afectuoso para todos. E. G.
Ese era uno de los juegos preferidos en las tardes-noches de la plaza, sobre todo cuando hacía buen tiempo. Recuerdo que nos juntábamos decenas de niños jugando a lo mismo y convertíamos la plaza en un auténtico campo de batalla y todo esto, entre los mayores que al oscurecer se ponían, haciendo corrillos, en la plaza a hablar de los asuntos del trabajo del campo; la cosa se ponía tan concurrida y escandalosa que a penas se podía atravesar la plaza, y más de un niño se ganó algún que otro coscorrón por parte de los mayores por no dejarlos tranquilos.
Otro juego muy solicitado era echar el trompo. Había auténticos artistas en el arte de hacerlo girar. Se organizaban apuestas entre los niños para ver qué trompo estaba más tiempo girando.
Añoranza ha anotado un juego con el que yo me sentía particularmente feliz, llevar la rueda de hierro con el guiaor. Con él nos sentíamos conductores de vehículos y recorríamos las calles corriendo a la par de la rueda intentando en todo momento controlarla para evitar que cayera al suelo. Me acuerdo, como si fuera ayer mismo, cuando estaban asfaltando la calle Real por primera vez que los niños alucinábamos llevando la rueda por las zonas ya asfaltadas y comprobando lo bien que rodaba sobre la superficie llana.
Cada época del año tenía sus juegos propios y los niños hacíamos de la calle nuestro lugar de encuentro sin más limitación que la que nos ponían nuestros padres y a veces hasta los desobedecíamos porque nuestro sentido del juego y de pertenencia a grupo era superior a todo.
Un saludo afectuoso para todos. E. G.