Me mata la impaciencia. Lo sé y sin embargo no puedo remediarlo. Lo mío no son los malabares. Ya me lo ha dicho el profesor del Circo. Para todo hay que servir. Me he quedado muy decepcionado y sin estrategia aparente para hacer frente al protagonismo del Fulgencio. Esta mañana, una vez consciente de mi imposibilidad artística, se lo he confesado todo a la hora del desayuno:
Mi intención, amigo Malabares, era hacerte competencia desleal los fines de semana en la salida del metro.
-Serás mamón- me ha dicho.
-Bueno, ten en cuenta que tú me has desmontado con tus propósitos de enmienda todos mis exámenes de conciencia. Iba una cosa por la otra. Lo que pasa es que eso de mover las pelotas en el aire tiene su dificultad y a mí se me da fatal.
-Pero, hombre, ¿por qué no empezaste por los aros que es mucho más fácil?
Me suelo enternecer muy pronto con la gente que luego resulta ser entrañable. Se interesó por mis preocupaciones:
-Pero vamos a ver, hombre, ¿a qué viene tanta historia con eso de los exámenes de conciencia?
Verás – le expliqué- resulta que visito el foro de mi pueblo...
¿De Torrelodones? - me interrumpió.
El Malabares sabe sacarme de quicio. Mi contestación, por respeto, no la voy a transcribir aquí. Sólo diré que hacía referencia a una parte del cuerpo de su prima.
-En este foro -continué explicándole después- entra otra gente también del pueblo y algunos otros que parecen extraterrestres, pero de lo que no estoy muy seguro. Pues bien, uno se ha molestado con mis escritos y se ha despedido del foro...
-Será tonto...
-Bueno, bueno, no vayamos a estropearlo más. La cuestión es que a causa de eso hice examen de conciencia y me disculpé y hasta rogué que volviera. Pero no lo ha hecho...
-Será tonto...
-Joder, Fulgencio, dame un poco de tregua, hombre. A lo mejor me he pasado un poco en mis comentarios... No sé.
-Bueno, es que a ti a cansino no te gana nadie. Y si te da por algo, al final acabas siendo una perchá jartible.
-Es lo que temo que ha pasado, amigo Malabares. ¿Tú que me aconsejas?
-Que me invites a una cerveza y a unos taquitos de jamón sólo para empezar.
No se puede hablar con gente tan insensible y con tan poco corazón y tan exquisito estómago. Así que le invité a cerveza y a jamón y hemos llegado a un primer acuerdo bilateral de no agresión y de no intromisión en asuntos tan íntimos y personales como es llegar a final de mes y el desarrollo de la vida sacramental.
- ¿Te das cuenta- me dice con la boca llena de jamón- como hablando se entiende la gente?
Pues va a tener razón el jodío éste, encima.
Mi intención, amigo Malabares, era hacerte competencia desleal los fines de semana en la salida del metro.
-Serás mamón- me ha dicho.
-Bueno, ten en cuenta que tú me has desmontado con tus propósitos de enmienda todos mis exámenes de conciencia. Iba una cosa por la otra. Lo que pasa es que eso de mover las pelotas en el aire tiene su dificultad y a mí se me da fatal.
-Pero, hombre, ¿por qué no empezaste por los aros que es mucho más fácil?
Me suelo enternecer muy pronto con la gente que luego resulta ser entrañable. Se interesó por mis preocupaciones:
-Pero vamos a ver, hombre, ¿a qué viene tanta historia con eso de los exámenes de conciencia?
Verás – le expliqué- resulta que visito el foro de mi pueblo...
¿De Torrelodones? - me interrumpió.
El Malabares sabe sacarme de quicio. Mi contestación, por respeto, no la voy a transcribir aquí. Sólo diré que hacía referencia a una parte del cuerpo de su prima.
-En este foro -continué explicándole después- entra otra gente también del pueblo y algunos otros que parecen extraterrestres, pero de lo que no estoy muy seguro. Pues bien, uno se ha molestado con mis escritos y se ha despedido del foro...
-Será tonto...
-Bueno, bueno, no vayamos a estropearlo más. La cuestión es que a causa de eso hice examen de conciencia y me disculpé y hasta rogué que volviera. Pero no lo ha hecho...
-Será tonto...
-Joder, Fulgencio, dame un poco de tregua, hombre. A lo mejor me he pasado un poco en mis comentarios... No sé.
-Bueno, es que a ti a cansino no te gana nadie. Y si te da por algo, al final acabas siendo una perchá jartible.
-Es lo que temo que ha pasado, amigo Malabares. ¿Tú que me aconsejas?
-Que me invites a una cerveza y a unos taquitos de jamón sólo para empezar.
No se puede hablar con gente tan insensible y con tan poco corazón y tan exquisito estómago. Así que le invité a cerveza y a jamón y hemos llegado a un primer acuerdo bilateral de no agresión y de no intromisión en asuntos tan íntimos y personales como es llegar a final de mes y el desarrollo de la vida sacramental.
- ¿Te das cuenta- me dice con la boca llena de jamón- como hablando se entiende la gente?
Pues va a tener razón el jodío éste, encima.