El membrillo me trae siempre el recuerdo de un poema que empezaba diciendo:
Agridulces membrillos
Del otoño viejo
Caen sobre la ocre tierra
Como rosas rojas
Sobre mantos negros
De vírgenes rotas.
…
Y también, algo más prosaico tal vez, me hace recordar su exquisita textura y agradable sabor. Sin menospreciar al guiso de membrillo, un postre con sabor a puro otoño.
En una ocasión que estuve en Puente Genil, hace un par de años, me recomendaron una marca que, según me aseguraban, era la mejor. Compré una lata de exquisita carne de membrillo, estupendamente preparada, y cuál no sería mi sorpresa al comprobar que sobre la tapa metálica, a modo de adorno, se podía ver la imagen de una virgen con un manto negro y adornado de rosas rojas. A veces se dan esas coincidencias. Por eso tengo ya asociado ese poema para siempre, que hace mucho tiempo que conocí, con la imagen de los membrillos en los barrancos y el fruto amarillo caído sobre la tierra.
En cuanto al pan de higo, siento decir que no tengo nada lírico asociado, pero que sé que tiene unas calorías de mil demonios si, encima, lleva su almendra y sus nueces o su matalauva. Y sí recuerdo, o me lo han contado, cuando las vecinas se reunían en las casas para triturar y amasar los higos para hacerlo, mojándose las manos en aceite para que no se pegara la masa, y acompañando la faena con una copilla de aguardiente para que se desatara la alegría.
En Zagra se dulcifican los días con la elaboración de esos postres tan nuestros y tan viejos, mientras en el resto del mundo a unos les vuelve a parir la tierra y a otros quisiéramos que se los tragara al menos por una buena temporada. El mundo no se cae desde luego.
Kiko
Agridulces membrillos
Del otoño viejo
Caen sobre la ocre tierra
Como rosas rojas
Sobre mantos negros
De vírgenes rotas.
…
Y también, algo más prosaico tal vez, me hace recordar su exquisita textura y agradable sabor. Sin menospreciar al guiso de membrillo, un postre con sabor a puro otoño.
En una ocasión que estuve en Puente Genil, hace un par de años, me recomendaron una marca que, según me aseguraban, era la mejor. Compré una lata de exquisita carne de membrillo, estupendamente preparada, y cuál no sería mi sorpresa al comprobar que sobre la tapa metálica, a modo de adorno, se podía ver la imagen de una virgen con un manto negro y adornado de rosas rojas. A veces se dan esas coincidencias. Por eso tengo ya asociado ese poema para siempre, que hace mucho tiempo que conocí, con la imagen de los membrillos en los barrancos y el fruto amarillo caído sobre la tierra.
En cuanto al pan de higo, siento decir que no tengo nada lírico asociado, pero que sé que tiene unas calorías de mil demonios si, encima, lleva su almendra y sus nueces o su matalauva. Y sí recuerdo, o me lo han contado, cuando las vecinas se reunían en las casas para triturar y amasar los higos para hacerlo, mojándose las manos en aceite para que no se pegara la masa, y acompañando la faena con una copilla de aguardiente para que se desatara la alegría.
En Zagra se dulcifican los días con la elaboración de esos postres tan nuestros y tan viejos, mientras en el resto del mundo a unos les vuelve a parir la tierra y a otros quisiéramos que se los tragara al menos por una buena temporada. El mundo no se cae desde luego.
Kiko