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ZAGRA: Argaz, gracias por las fotos enviadas al foro, son...

Argaz, gracias por las fotos enviadas al foro, son todas ellas muy bonitas y evocadoras de nuestra niñez, ya muy lejana pero entrañable.
Aprovechando esta evocadora foto, quisiera hacer una reflexión sobre la situación económica y social en la que nos encontramos la mayor parte de los españoles, en este momento. Durante muchos años, nos han hecho ver que la felicidad y el bienestar era consumir y consumir. Tener en nuestras casas y en nuestras vidas todo lujo de detalles, que no nos faltara de nada. No importaba que no tuviéramos dinero, ni posibilidades, bastaba ir al banco y poner por delante: nóminas, bienes muebles e inmuebles, avales de nuestros padres, tíos, primos y todo lo que se terciara y ¡hala, ya está! todo hipotecado para conseguir; coche nuevo, muebles nuevos, televisión panorámica, vacaciones a sitios lejanos, el que vive en el pueblo comprarse un piso en la capital, el que vive en la capital una casita en el campo, etc, etc. Pero ese derroche tiene un límite y ese hace ya algún tiempo que lo hemos superado. Ahora sobran viviendas, coches, televisores, comida, bebida, ropa... hay más útiles que personas podamos usar o derrochar; para colmo, los banqueros que nos prestaban dinero, haciéndose pasar de listillos, han hecho negocios con otros más listos que ellos, los han engañado y les han dejado las arcas vacías. A partir de aquí, ya no pueden prestar y por tanto los españolitos no pueden comprar.
El castillo de náipes se viene abajo. Un trabajo destruido, destruye a otro, otro a otro y así sucesivamente. El campo y la pesca en el mar, hace años se abandonaron, por parte de la autoridades políticas, que consideraban que eran trabajos antiguos y poco productivos, dejando a los agricultores y pescadores a la buena de Dios. Ahora que no hay trabajo, que ese mundo económico sobredimensionado de la construcción se ha venido estrepitosamente abajo, arrastrando a "cincuenta mil" trabajos más, no hay alternativas para los sufridos consumidores. Y éstos, agobiados por los inmensos compromisos adquiridos de por vida, están deprimidos, surgen las crisis personales, familiares y de toda índole. Unos tiran por el camino de enmedio, otros tiran hasta donde pueden y otros, sencillamente, dicen: hasta aquí hemos llegado.
A todo esto, la Administración del Estado ¿qué ha hecho? pues muy sencillo, comportarse como un empresario más; dejar hacer las cosas, porque eso le reportaba pingües beneficios para las arcas del Estado y, de camino, para algunos bolsillos privados de políticos sin escrúpulo, tal y como se está viendo en los últimos tiempos en los juzgados. Cuando las cosas vienen mal, cono es el caso ahora, no saben bien qué hacer, ponen paños calientes o templados, vete tú a saber, sobre la economía y esperan que la cosa se solucione por sí sola pensando no se sabe bien en qué fuerzas centrífugas o centrípetas puedan aparecer que hagan volver todo como antes.
El tema es más complicado que lo que estos polítios nuestros y ajenos nos quieren hacer ver. La filosofía económica que preconizaba Ian Smith, allá por el siglo XVII, se ha ido extendiendo y llevando hasta sus últimas consecuencias hasta el día de hoy; y en definitiva, tenemos lo que hemos sembrado. Aquí no se trata de trabajar con honestidad, congruencia con la naturaleza y la vida del hombre, ensalzando las buenas maneras de sacrificio, amor, amistad, bondad; sino ir a desgüello, acaparar a mansalva, a robar, el ánsia por tener, por ser más que los demás y maricón el último.
Contra todo esto se puede luchar, todavía estamos a tiempo; las recetas son sencillas. Frente al consumismo puro y duro, debemos proponer un consumo moderado de todo, utilizando, exclusivamente, lo que necesitamos, de manera racional y desechando los cantos de sirena. Así de esa forma, seremos más libres y respetuosos con nosotros mismos, con nuestros semejantes y, sobretodo, con este Planeta Tierra que entre todos nos lo estamos cargando. Nosotros ya estamos listos, pero a nuestros hijos les debemos dejar un mejor destino. La educación y la formación como personas, esas premisas que hemos dejado olvidadas en algún cajón de nuestras vidas, son las que ahora debemos de airear para que podamos dar un futuro digno a nuestros hijos. Volver a disfrutar del campo, la naturaleza, el paisaje, recuperar la dignidad y la conciencia, volver a tener sobre los hombros la cabeza y no tener pájaros en ella. Ahí está la cuestión.
Un saludo afectuoso y suerte. E. G.