Una
siesta de
pesca: Hace más de cuarenta y cinco años, en un julio casi asfixiante, unos conocidos y algún primo nos fuimos al
río, llegamos a un tramo con vaciada pendiente y, con un fardo de nylon,
piedras de lastre para el arrastre en contra corriente , parecía la pesca milagrosa, yo era el más
joven de grupo, mi asombro sobresaltaba igual que las carpas prisioneras en la red. Eran hermosas, plateadas, brillantes y jabonosas. El
coche escondido entre maciegas, su escaso maletero quedó colapsado
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